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Que el Motor de la Misión sea la Santidad

Actualizado: hace 1 día

Urgen familias cristianas que formen hijos para Dios, urge generosidad, renuncias, vocaciones y muchos sacerdotes, si queremos que todas las almas vayan al Cielo.



Por P. Jorge Hidalgo


El Evangelio tiene que llegar a todos los confines de la Tierra, pero; ¿cómo va a ser eso posible si la mies es mucha y los obreros son pocos? Éste, es un problema muy grave, pero en realidad siempre va a haber escasez de trabajadores, incluso lo hubo en las épocas en las que el cristianismo era más fuerte y pujante. Lo que se necesita ahora es que se enciendan los corazones para contagiar el amor de Dios en todas las almas; además de una vuelta de timón a la Iglesia para corregir el rumbo.


En una ocasión, San Gregorio, entonces Papa de Roma, vio en lo que hoy viene a ser la Basílica de San Pedro, a unos bárbaros presentes en Misa y mandó preguntar quiénes eran. Ante la respuesta, el Papa envió al Abad benedictino San Agustín de Canterbury a evangelizar lo que hoy sería Inglaterra. San Agustín cumplió la misión con tanta perfección, que con la gracia de Dios logró convertir la isla entera. A su regreso, el Papa Gregorio lo ordenó como el primer Obispo de Canterbury. Por carta, San Gregorio le decía que no se alegrara porque los espíritus se le sometieron; sino porque ahora su nombre estaba escrito en el Cielo.


Esto es lo que siempre nos tiene que importar. Ante todo, si aceptamos la misión de evangelizar, si buscamos agradar a Dios, ni siquiera tenemos que alegrarnos de las cosas que se logran, porque podría entrar la vanidad de creer que los demonios se nos someten; lo único que debe importar es que nuestros nombres estén escritos en el Cielo. Esta es la mirada sobrenatural que debemos tener en todo lo que hacemos, ante todo pensar en Dios y en la eternidad, como ocurría cuando las misiones florecían, cuando las cosas no se hacían simplemente para quedar bien o por un motivo menos noble.


Un ejemplo de esta mirada sobrenatural es el descubrimiento de América. Al respecto, López de Gomara, el gran escritor que dedicó su libro a Carlos V, rey de España, dijo que no había hecho más trascendental en la historia del mundo, después de la Encarnación del Verbo y de la creación del hombre, que el descubrimiento de América. Y en verdad así lo fue, porque España trasplantó lo más grande que tenía, que era su fe, pero claro, era una fe de santos, era una fe del siglo de oro español, que hizo que en América floreciera la fe católica. ¿Y por qué la misión tuvo fuerza? Justamente por esto: porque el motor de la misión era la santidad.


Lamentablemente hoy, ni Europa ni América han mantenido su fervor y el continente de la esperanza sería más bien África, porque es uno de los lugares donde ocurren más conversiones, se dan más ordenaciones sacerdotales y donde se construyen más iglesias. De hecho, si se comparan las estadísticas sobre el crecimiento de la fe, en todos los aspectos África es el único en donde las gráficas crecen a pesar de la persecución, como es el caso de Nigeria, en donde “los fulani”, que son los musulmanes del norte, los matan solo porque son católicos. ¿Qué está haciendo crecer el fervor, entonces? La santidad, la entrega, la renuncia de sí mismo hasta perder la vida si fuera preciso. Todo para Dios y para su mayor gloria.


La confusión en el seno de la Iglesia


¿Qué pasó en la Iglesia para que la fe decayera? Esto ocurre lamentablemente desde la década del 60’s, en lugar de tener la firmeza de la fe, la claridad doctrinal, como la tenía España en el siglo XVI, el siglo de oro español, se introdujo la confusión en el seno de la Iglesia.


Un factor detonante fue, por ejemplo, la influencia de Rahner, un teólogo heterodoxo que introdujo la idea del cristianismo anónimo, en el que todos se salvan. La heterodoxia es la mezcla de la verdadera doctrina católica con los errores de la filosofía de la época. En este caso, Rahner empezó a reinterpretar los dogmas, de tal modo que todo debería leerse en base a los presupuestos ideológicos de la filosofía contemporánea.


¿Para qué iba a ser cristiano si todos, aunque no lo sepan, creen en Jesús? Lamentablemente Rahner fue profesor de muchísimas personas que hoy ocupan cátedras universitarias o episcopales, por lo que su ideología tuvo gran alcance. Lo que provocó esta postura fue que la predicación misionera se desalentara, porque ¿para qué vamos a ir a sacrificarnos a un lugar muy frío, a un lugar muy cálido, a un lugar selvático, a un lugar donde no tenemos agua ni comodidades? ¿Para qué vamos a ir así si todos son cristianos y todos se salvan?


El Sacerdote argentino Julio Meinvielle denunció que la heterodoxia hace que la misión se frene, así como la falta de santidad, la comodidad; porque en realidad nunca deberíamos estar cómodos, nunca deberíamos detener la misión, si uno es católico debería serlo en su familia e intentar ordenar todas las cosas para honrar a Dios, incluso en su trabajo, o en su lugar de recreación, de deporte o donde sea; si así lo hiciéramos, siempre estaríamos evangelizando, aunque por supuesto, la Iglesia, con su sabiduría, ha pensado en momentos especiales para evangelizar, que son las misiones y que si bien algunas personas no podrán asistir porque son de edad madura o por enfermedad; todos tenemos que sacrificarnos, gastarnos y desgastarnos para que el Señor sea todo en todos, porque aun los que no pueden ir, pueden contribuir con oraciones, ofreciendo sus dolores y sacrificios o con apoyo económico, por ejemplo, de tal forma que nadie puede decir que no puede ayudar en las misiones solo por el hecho de que no puede asistir físicamente, las misiones son una tarea para todos, sobre todo en estos tiempos por la falta de sacerdotes.

 

¿No era un pueblo cristiano?


Acá vemos otro problema, la falta de sacerdotes. La crisis de fe está provocando que en muchos países los seminarios estén cada vez más vacíos, que haya cada vez menos vocaciones religiosas. ¿Cuál es el problema? Muchos atribuyen esta crisis de la Iglesia a la falta de acción social, pero es exactamente contrario a lo que piensan porque el sacerdote no está hecho para la acción social. El gran tema de este conflicto es la heterodoxia.


Por supuesto que el sacerdote tiene que ayudar a los pobres, pero ante todo, tiene la misión de indicarnos al Cielo, justo como cuenta aquella anécdota en la que San Juan María Vianey y el pequeño Antoine Givre llegaron a Ars. El santo cura le dijo a Antoine: Tú me has mostrado el camino a Ars, yo te mostraré el camino al Cielo.


Otra causa de esta degradación de la fe, como lo decía el Padre Julio Meinvielle: “No hay peor fermento revolucionario que la naturalización del Evangelio.” Porque reducen el Evangelio a simplemente ser bueno con el de al lado, pero eso termina siendo contraproducente porque la labor de la Iglesia no es simplemente hacer el bien al de al lado, sino sobre todo buscar el Reino de Dios y su justicia. Es decir, no poner la añadidura por encima del fin último sobrenatural, que es la Gloria de Dios y la salvación de las almas.


Poco a poco esto acaba con la fe y al mismo tiempo impacta en las vocaciones; y de seguir así, cada vez será menor el número de Sacerdotes a menos que Dios quiera dar una vuelta de timón a la Iglesia.


La familia tiene un lugar fundamental en todo esto. ¿Cuál es la razón de ser de una familia cristiana? La familia cristiana tiene que aspirar a llevar las almas al Cielo, y especialmente a los hijos. Eso es lo que le está faltando a la Iglesia, familias cristianas, niños y jóvenes que salgan de estas familias, que al no cumplir con su misión sobrenatural eligen, antes de tener un niño, viajar por el mundo, desarrollarse profesionalmente, cubrir todos sus sueños; postergan la paternidad y además optan por un número reducido de hijos. ¿Cómo? ¿qué no hablábamos de un pueblo cristiano? Ya no hay más naciones cristianas lamentablemente porque por un lado se dice estar en contra del aborto, pero por otro lado proliferan los métodos anticonceptivos, tristemente.


¿Cómo revertir todo esto? 


Se requiere un cambio de mentalidad de este mundo moderno y egoísta para resolver este grave problema, para repoblar las naciones y para que los padres de familia anhelen el Cielo para sus hijos, para que de la generosidad sobrenatural de las familias surjan nuevas y más vocaciones.


Además, los lugares públicos, ya sea en política, economía, cátedra, etc., deben estar ocupados por católicos, porque si nosotros no ocupamos esos lugares, lo harán los enemigos de Dios.


Por supuesto, un católico debe tener los principios bien claros, seguir el orden cristiano porque hay una única cristiandad que no puede ser adaptada a los lugares, a los tiempos o a las formas. Lo único que tiene que reinar en la sociedad es Cristo.


Si nosotros fuéramos más contemplativos, si nosotros pensáramos más en el Cielo, más en la eternidad, si tuviéramos más fijo nuestro corazón en lo que en verdad importa, entonces todo lo demás sería relativo. Lo importante tendría que ser para nosotros tener nuestro corazón fijo en el Cielo y lo demás viene después. Lamentablemente ocurre al revés.


¿Cuánto tiempo pierde la gente mirando deportes, series, películas?; pero se les invita a rezar una novena y la respuesta es muy pobre. ¿Cómo puede ser que la gente tenga prioridad para el deporte, para viajar, para pasear, para cualquier cosa, menos para las cosas de Dios? El problema está en la falta de vida espiritual, vida de oración, de contemplación; el corazón no está fijo en lo que en verdad importa, sino en las cosas transitorias de este mundo. Lamentablemente es así, por eso nosotros tenemos que decirle al Señor que nos encienda en lo que en verdad interesa, en la eternidad, en el cielo, que nos encienda para ir con los vecinos y todos a nuestro alrededor para que se contagien de Dios porque queremos que todas las almas vayan al cielo, queremos que sean santas.


Benedicto XVI decía que el pensamiento de la Virgen era el pensamiento de la Palabra de Dios. Y si Ella, que tuvo la visión más grande que criatura alguna pudo tener en este mundo, no se quedó tranquila en su casa, sino que fue a ver a Isabel para ayudarla; nosotros debemos tomarla de ejemplo y actuar igual pensando también en la eternidad.


Que Ella nos ayude a encontrarnos con Dios, que nos haga darnos cuenta que lo fundamental es el espíritu de oración y pensar en el Cielo, para que de esta forma terminen las rencillas, los dimes y diretes, los problemas, rencores y diferencias en las familias, porque, ¿dónde está la eternidad si vivimos de esa manera? Que la Virgen nos enseñe que lo más importante, entonces, es ganar almas para Cristo. Y que el Señor gobierne siempre en nuestras almas, en nuestra familia y en la sociedad.

 


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