La Caridad, el Móvil de la Vida Cristiana
- P. Jorge Hidalgo
- hace 11 horas
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El mundo fue envenenado por el liberalismo y el comunismo; se quitó la corona a la caridad y se cambió el norte para que reinara la avaricia, la envidia y el odio. Hay que ir contracorriente para instaurar de nuevo el orden social cristiano.

Por P. Jorge Hidalgo
Así como Dios se hace presente en el mundo a través del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, se hace también presente por medio de la virtud de la caridad. San Juan lo confirma: Dios es amor, Dios es caridad (1 Jn, 4, 8).
De hecho, si uno quisiera explicar el ser divino, tendría que decir que el Padre ama al Hijo y le da todo su ser, y que el Hijo es reflejo del Padre y por eso viene al mundo. El amor entre el Padre y el Hijo es tan real que es una persona divina: el Espíritu Santo, al que le llamamos el Amor, con mayúscula. Por lo tanto, el mismo Dios, en el misterio de su vida íntima, de su vida trinitaria, se puede explicar como la caridad, el amor.
Revisemos ahora la relación de Dios hacia el mundo. De acuerdo a la filosofía, el bien es difusivo de sí, bonum diffusivum sui, es decir, el bien no puede quedarse encerrado, tiende a comunicarse, tiende a darse. Y eso mismo que es el bien en sí mismo, es ante todo Dios, que es, el Bien, también con mayúsculas. Dicho esto, se entiende que Dios creó el mundo no por necesidad, no por una emanación, no por una obligación, no por un desarrollo que Él necesitó hacer. ¡No! Creó el mundo por amor, simplemente porque quiso comunicar su perfección. Más que por necesidad, Dios creó el mundo por libertad, lo hizo libremente para comunicar su perfección, es decir, el amor. No tenía necesidad de hacerlo.
Y ocurrió lo mismo con la Encarnación. Cuando el hombre eligió con el pecado original apartarse de la bondad divina, Dios determinó salvar el mundo por amor, simplemente para comunicar esa perfección que es Él mismo. Y una vez más, ya que Cristo se encarnó, padeció, resucitó y subió al Cielo para que viniera el Espíritu Santo justamente para ayudarnos a que lleguemos hasta Dios, para que nuestra alma, desde lo más profundo del corazón, adore a Dios en espíritu y en verdad; así que toda la obra de la Santísima Trinidad en nosotros, que somos seres creados, es el Amor.
Corresponder al Amor
El principal mandamiento, el que resume a todos los demás, no podía ser otro que amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo por amor a Dios. ¿Cómo podría ser de otra manera?
Si uno ama a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, entonces se cumplen los tres primeros mandamientos que se refieren a Dios. Si uno ama al prójimo como a uno mismo, entonces se cumplen los otros siete mandamientos que se refieren al que tenemos al lado. La caridad, por ende, es la perfección de la vida moral.
Y también el que ama al prójimo cumple la plenitud de la ley porque atiende la nueva forma de ser ejecutado, que es amar como Cristo nos amó a nosotros. Como diría San Bernardo, “la medida del amor es amar sin medida”. Cristo se entregó hasta la muerte, y muerte de Cruz, entonces el cristiano tiene que seguir ese ejemplo de nuestro Señor.
De hecho, las primeras conversiones estaban justamente movidas por el amor, al grado que los paganos decían: “miren cómo se aman”. Les llamaba la atención la caridad que, a medida que la Iglesia fue progresando a lo largo de los siglos en la civilización, logró transformar las costumbres del paganismo, todo con el sello de la caridad.
La caridad de la Cristiandad que salvó la civilización
Así como la vivencia del amor entre los cristianos logró impactar en los paganos, también la esclavitud, que era una cosa triste y habitual en el mundo antiguo, quedó abolida gracias a la caridad cristiana. Solamente en el cristianismo la esclavitud no existió más.
Muchas otras grandes obras se hicieron por amor, por ejemplo, la educación. Hoy nos parece de lo más normal que la educación esté al alcance de todos, pero antes no era así; en el mundo antiguo los libres tenían derecho a la educación y los demás no tenían cabida. ¿Cuándo fue que la educación se generalizó y cuándo fue abierta para todos? En la Edad Media, o sea, en la Cristiandad.
En la Cristiandad fue cuando se instalaron las escuelas palatinas, las escuelas episcopales, las escuelas de los monasterios, etcétera, y se quiso educar a todos. Otro caso es el de los hospitales, ¿quién fundó los hospitales? La Iglesia.
No lo van a decir, claro, pero es así: La Iglesia fue la que fundó la beneficencia, ¿o quién se dedicó a los leprosos? La Iglesia. ¿Quién se dedicó a redimir a los cautivos? La Iglesia lo hizo con la orden de los Mercedarios. Así hay una lista de otras acciones realizadas por la auténtica caridad cristiana, por lo cual es posible preguntarse, en definitiva, ¿quién salvó a la civilización?, ¿quién hizo de la civilización una civilización humana y también con orden al Cielo y a la eternidad? La Iglesia.
Es decir, la Iglesia, con la Cristiandad, restauró el orden natural y lo ordenó al orden sobrenatural. Es decir, nos hizo reflexionar sobre lo que está bien, tener conciencia de las necesidades del que está al lado, pensar en el prójimo, pero todo siempre pensando en que ese prójimo tiene que llegar al Cielo; es decir que el móvil de la vida cristiana tiene que ser la caridad, no sólo en la vida personal, sino en la vida familiar, en la vida política, en la vida social y en la vida de la comunidad.
Dicho de otro modo, nos hizo pensar que cada acción de la vida humana tiene que estar dirigida al fin último sobrenatural, que es la contemplación del mismo Dios. Toda obra humana se dirige hacia el Cielo.
Todo el problema de la vida social se soluciona con la caridad, afirmaba el Papa Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno. De hecho, por eso en la edad media, en el orden social cristiano, fueron creados los gremios, se juntaban todos los zapateros, los carpinteros y así los diferentes oficios, para ayudarse mutuamente y alcanzaran mejor sus fines. Incluso se crearon leyes para defender la práctica social de la caridad.
Esa era la función de los gremios, pero desgraciadamente no es el concepto de lo que hoy se entiende por gremio, cuyo objetivo fue abolido y distorsionado en la Revolución Francesa. Es verdad que hoy los gremios existen, pero no con el sentido cristiano que tuvieron en un comienzo: hoy, en la mayor parte de los lugares, están politizados; es decir, ganados por la partidocracia, que no busca el bien común.
¿Dónde queda la corona?
La caridad es la corona de toda la vida cristiana y conforme lo hemos visto en la historia de la humanidad, debe ser practicada de un modo social; claro que esto, lamentablemente, no lo vemos hoy por las ideologías que se han difundido en el mundo.
Recién me referí a la Revolución Francesa, con la que llegó el liberalismo y dio otro norte a la vida social. La corona ya no era para ellos la caridad, sino la usura, la avaricia. Entonces, ¿quién era el más importante? El que tenía más dinero; de tal forma que los ricos se pusieron en contra de los políticos y se comenzó a dividir la sociedad.
Evidentemente, en el mundo moderno en que vivimos, como no hay caridad y no tienen cada uno un orden de sí mismo, entonces se ve obligado imponer, desde el exterior, un orden; de ahí la necesidad de la policía y otras instituciones que están para vigilar, controlar, repartir, porque el hombre ya no actúa por caridad, lo quiere todo para sí.
Si el hombre fuera virtuoso, si tuviera firmeza interior, no necesitaría policía; pero ante la falta de virtudes debe de ser vigilado porque al no reinar la caridad en su vida, si el hombre se ve solo, si nadie lo ve, existen más posibilidades de que esté dispuesto a robar o a hacer el mal.
Después del liberalismo vino el comunismo, cuya corona fue el odio y la envidia. El comunismo sostenía que la lucha de clases es el motor de la historia. Entonces, ¿qué era lo más importante? Unos contra otros. Ricos contra pobres, proletarios contra asalariados, asalariados contra capitalistas, los indígenas contra el hombre blanco; y así, uno contra otro.
¿Cómo el norte de la sociedad va a ser el odio o la envidia? Porque aquel tiene y yo no, porque yo sí tengo molesto al que no tiene, ¿cómo va a ser ese el norte de la sociedad? Esto está muy lejos del orden social cristiano. Al no haber caridad en el alma de la vida pública, hoy las personas se dejan gobernar por la avaricia o el dinero, el odio o la envidia.
Restaurar el plan original
Lamentablemente eso es lo que pasa hoy, la caridad es algo contracultural; todos hablan bien del amor pero en realidad la caridad casi no se practica y es urgente ordenarnos. Que la caridad sea la corona de nuestra vida, que sea lo que rija en el corazón y todos nuestros actos y pensamientos se ordenen a ella para que uno cumpla el bien y deje de hacer el mal. A eso hay que aspirar, a que nuestro obrar siempre sea según el querer de Dios.
Teniendo claro el deber de amar a Dios sobre todas las cosas, estando bien confesados y amando al prójimo por amor a Dios; junto con ese mismo prójimo, ese hermano que tenemos en frente, llegaremos al Cielo. Eso es amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo por amor a Él.
Eso mismo debemos reproducirlo al interior del hogar y es la función de los padres de familia: que esa caridad se viva al interior; de tal manera, que se haya dado la vida a los hijos para que habiten en la tierra, pero con el objetivo de llegar todos juntos al Cielo.
De esta forma, si la vida familiar tiene ese sentido, ese objetivo; si la caridad rige y es nuestro orden de cada día, de toda la vida, eso podremos llevarlo a la vida social y obraremos el bien; no porque me vigilan iré a la cárcel si robo, sino porque quiero amar a Dios no robaré. Lo haré simplemente porque estoy convencido de que hay que hacer el bien y evitar el mal.
Pidamos a Nuestra Señora esta gracia, que amemos a Dios y lo tengamos en el corazón, que amemos al prójimo y vivamos en gracia, y que practiquemos la caridad. El que más imita a Jesucristo en esta vida, que nos amó hasta la muerte y muerte de Cruz, es el que estará en la eternidad amándolo para siempre.
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