María, Modelo de Toda Mujer
- Adveniat
- 12 may
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Actualizado: 15 may
Es innegable lo que puede llegar a ser una sociedad que ignora a María, por eso es urgente que la mujer vuelva a tomarla como modelo a imitar para que en el mundo haya virtud.

Por P. Nicolás Cáceres
El mundo viene a ser lo que la mujer es. Será pagano y corrompido, si la mujer tiene costumbres paganas; el mundo será cristiano y virtuoso, si la mujer posee sólidas virtudes cristianas. No puede ser de otra manera dado que de la mujer depende la primera y primordial educación del hombre.
Pero es de advertir que la mujer, para ser digna de su elevado destino, necesita a su vez ser educada, aún más con el ejemplo, que con hermosas y deslumbradoras teorías. Si falta ese ejemplo, en este caso el ideal que la mujer cristiana tiene en María, la mujer se verá abatida y degradada.
Si la compañera del hombre, carne de su carne y hueso de sus huesos, conservó en alguna parte su decoro y dignidad moral, fue precisamente en el pequeño pueblo judío, donde María puede decirse que vivía muchos siglos antes de nacer, encarnada como estaba en la tradición y la profecía de aquel pueblo. Fuera de ese despreciado rincón del Universo, ¡qué espectáculo tan horrible el que la historia presenta a nuestra vista! Baste decir que la célebre Fabiola, la dama romana, entrado ya el tercer siglo de la Iglesia, era todavía la personificación de la soberbia, la molicie y la crueldad paganas. ¡Qué tipo aquel de la mujer degradada! ¡qué mezcla de egoísmo, fatuidad y desenvoltura!
¡Ah! ¡cuánto necesitaba la pobre mujer de la aparición de María en el horizonte social! Pues qué había de hacer esa desventurada criatura entregada a las inspiraciones de una naturaleza corrompida. ¿Cómo había de practicar virtudes que no conocía, y cuyo precio no había llegado a sospechar siquiera? Y no era tanto por falta de instrucción y de teorías filosóficas sobre la virtud; que no faltaban aunque imperfectos hermosos tratados de moral, y abundaban los tesoros de literatura y buen gusto: era propiamente por falta de ejemplos, de lecciones objetivas, porque no había idea de en qué inspirarse, ¿qué original había qué reproducir?, ¿qué modelo a imitar?. Aún no había brillado a los ojos del mundo la celestial figura de María, de la Mujer bendita y santa.

Pero ¡ah! lució el feliz instante, sonrió la clara aurora y desde aquel momento, ¡Qué súbita y maravillosa transformación! Entonces aparecieron aquellos escuadrones de mujeres heroicas que por su magnanimidad relegaron al olvido a las antiguas heroínas: madres como Santa Sinforosa, que animó a sus siete hijos a permanecer firmes en su fe a pesar del martirio; también el caso de tiernas y delicadas doncellas como Santa Inés y Santa Lucía, tan generosas para pisotear las delicias y honores del mundo, como impávidas para seguir sus furores; ángeles de toda edad y posición, que poblaron de virtudes la tierra, cambiándola en vergel de flores celestiales.
Para pintar los efectos maravillosos de la influencia de María en las costumbres, sobre todo en la mujer, sería necesario transcribir largos trozos de la historia eclesiástica; ¿pero a qué conduciría ese trabajo estando a la vista de todos lo que era la sociedad pagana, lo que es en todas partes la sociedad que no conoce a María, y lo que es la cristiana, que tiene la dicha de venerarla y amarla e inspirarse de continuo en ese divino modelo puesto perennemente ante sus ojos?
¿Quién no palpa la enorme diferencia? “Al ver el hombre -dice un piadoso autor- que Dios honra a María a tal punto … comprende la dignidad de la mujer y penetra en su corazón un gran respeto y profundo reconocimiento por ella…. Para que la mujer fuese respetada en cualquiera edad y condición en que se hallase, quiso Dios que María, la bienhechora del hombre, el tipo de mujer regenerada, consagrase todas las edades y todas las condiciones de su sexo…
¡Oh hombre! ¿Te atreverás a irrespetar, a humillar a la mujer, que ha sido hecha en María, la madre de tu Dios y la mediadora de tu felicidad? Y la mujer misma, al verse en tanta altura, habiendo estado hasta entonces tan humillada, volvió a conocer su dignidad y comprendió su vocación… Y el pudor de la virgen, y la casta dulzura de la esposa, y el poderoso amor de la madre, y la activa humildad de la viuda, y el celo, en fin, con sus innumerables industrias, hiciéronse su vida, la vida de su vida, sus ocupaciones del día y sus ciudadanos de la noche…”
Desgraciadamente el paganismo, el relativismo, el modernismo y otros “ismos”, ha penetrando cada vez más en muchos países cristianos, o que algún día lo fueron, difundiendo una gran cantidad de errores con efectos desastrosos que ya han causado en el individuo y en la familia, la corrupción horripilante de las costumbres que gangrena también a las mujeres. Esto demuestra, evidentemente, la urgente necesidad de que caiga el velo que ha cegado a las mujeres, y al mundo entero, para que descubran de nuevo a María como mujer modelo digna de imitar; el mundo necesita que no se pierda de vista a Santa María.
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