Ayudar a Jesús a Salvar Almas
- Claudia Ortiz
- 10 mar
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 18 mar
¡Es el Evangelio el que salva al mundo! “Nadie va al Padre si no es a través de mí” (Jn 14,6). ¡Esto sigue vigente hoy como lo era entonces, y su anuncio se vuelve tanto más urgente cuanto más incrementa la confusión espiritual y la oscuridad!

Por Claudia Ortiz
Existen en el mundo un gran número de instituciones, tanto de origen católico o sin ninguna filiación religiosa, destinadas a ayudar a los pobres. La pobreza, sin embargo, no terminará, según lo advirtió Nuestro Señor Jesucristo: “pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis…” (Mc 14, 7)
¿En qué misión quería entonces Jesús que sus seguidores invirtieran sus esfuerzos? La respuesta está en las escrituras: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15).
¿Está mal, entonces, ayudar a los pobres?, por supuesto que no, siempre será una obra de misericordia dar de comer a un hambriento, dar de beber a un sediento, dar posada al peregrino o vestir al desnudo, y mejor aún si estas obras van acompañadas con su respectiva dósis evangelizadora. Pero deben ser por lo menos iguales o aún mayores los esfuerzos por convertir a nuestro prójimo en la única y verdadera fe, la católica, puesto que los pobres entre los pobres no son aquellos que carecen de afecto o comida, sino aquellos que viven privados de la gracia y el conocimiento de Dios.
La anterior es una afirmación que sostiene la Orden San Elías, congregación que tiene por objetivo la predicación de la fe católica con la más ardiente parresía en dos ámbitos concretos: en el de las misiones ad gentes y en el de la contrarrevolución cultural católica; y que en la actualidad buscan afanosamente los rincones del mundo en el que nunca se haya oído hablar de Dios.
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Ayudar a otros a llegar al Cielo es una obra incomparable, es la obra de misericordia por excelencia, por ello se necesita un gran número de vocaciones misioneras; y no forzosamente estamos hablando de personas solteras o que destinen todo su tiempo a las misiones, sin posibilidades de trabajar o estudiar.
Santa Teresa del Niño Jesús es patrona universal de las misiones y nunca estuvo en una misión. No solo no podía ir de misiones porque era una monja carmelita contemplativa, sino que además su salud era frágil y de hecho murió con tan solo 24 años de edad; sin embargo tenía el gran deseo de ser misionera y fue «hermana espiritual» de varios misioneros; desde el monasterio los acompañaba con sus cartas, con la oración y ofreciendo por ellos continuos sacrificios; es decir que desde lo escondido, actuaba de manera muy efectiva por las misiones intercediendo con su oración. El propósito de cada una de sus jornadas era hacer amar a Jesús e interceder para que los otros lo amaran. En una carta al Padre Roullan le escribió el gran deseo de su corazón: “Quisiera salvar las almas y olvidarme por ellos: quisiera salvarles también después de mi muerte”.
Atendiendo el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, ésta es la misión de cada crisitano. Un padre o madre de familia, por ejemplo, debe de guiar por el camino de la salvación a sus hijos, a su esposo, ésa debe de ser su prioridad además de buscar su propia salvación, por supuesto.
Además, inculcar en sus hijos el celo por las almas, enseñar la importancia de las oraciones y sacrificios ofrecidos por los misioneros, y, ¿por qué no? fomentar en ellos esa vocación y apoyarla para que llegue al término que el Señor desee.
Muchas otras acciones pueden ayudar a las misiones mientras las madres de familia atienden su vocación en casa. Ofreciendo y enseñando a los hijos a ofrecer también los sufrimientos por una enfermedad, a favor de la conversión de aquellos que aún no conocen a Dios; realizando donativos a las instituciones que se dedican a esta labor o haciendo Celebrar una Santa Misa por las misiones o para que el Señor suscite en los corazones de muchos jóvenes el espíritu misionero.
Siempre hay que pedir al Espíritu Santo que nos inspire qué más podríamos hacer en nuestro ámbito de acción tanto por las misiones, los misioneros, como por el incremento de las vocaciones, todo por la propagación de la única fe verdadera.
Ayudar a Jesús a salvar almas, ésa es la misión permanente que cada cristiano debe tener grabada en el corazón y ésa es la misión que debe ser el motor de nuestro día. Para ello tenemos el ejemplo de muchos y grandes santos de la Iglesia que nos han mostrado el camino, como lo es San Francisco Javier, quien junto con Santa Teresita, son patronos de las misiones.
San Francisco Javier conoció a San Ignacio de Loyola en la Universidad de París y él le repetía constantemente las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Esta reflexión le ayudó a liberarse de su apego a las cosas del mundo y comenzar una vida espiritual, al grado de que con la ayuda de otros compañeros, fundaron la Compañía de Jesús.
San Francisco Javier evangelizó las Indias y Japón, recorrió 120 mil kilómetros y se dice que más que sus palabras, era su santidad la que convencía a la gente de convertirse al cristianismo. Esa santidad era fruto de su amor por Cristo, a quien le ofrecía todo su día, recorriendo grandes distancias, enseñando, bautizando y obrando curaciones admirables, y por la noche llegaba ante el altar a pedir por la salvación de las almas y seguir orando por ellas.
El envío está vigente, la misión continúa
Es de lamentar algunos pronunciamientos que han realizado algunos Sacerdotes, en sentido contrario al mandato de evangelizar el mundo entero. Como lo dicho por el Obispo de Essen, Mons. Franz-Josef Overbeck:
“Muchos no necesitan religión, ni fe, y mucho menos una iglesia… No necesitamos evangelizar a todo el mundo.” En una carta dirigida a todas las parroquias de su Diócesis, el Obispo promueve la calma frente a la disminución de fieles en la Iglesia.
También causan gran escándalo las palabras del Arzobispo de Argel, Jean-Paul Vesco, quien antes de ser nombrado Cardenal dijo: “tenemos que deshacernos de la idea de que tenemos que evangelizar.”
¿En dónde quedan entonces las palabras de Nuestro Señor Jesucristo? ¿La muerte de tantos misioneros, hoy Santos de la Iglesia, ha sido en vano entonces? Habría que preguntar su opinión a San Isaac Jogues, quien fue torturado por los Mohawks de Canadá, quienes mutilaron sus manos para evitar que celebrara la Santa Misa, el Papa Urbano VIII le dio una dispensa para que siguiera celebrando y a pesar de este martirio, San Isaac quiso volver de misiones porque aún había muchas personas por evangelizar y finalmente murió mártir junto con otro de sus compañeros.
Están también el resto de sus compañeros mártires de Canadá, las Carmelitas del convento de Compiègne asesinadas durante la revolución francesa, los mártires de Japón y muchos más misioneros que a lo largo de la historia dieron sus vidas por evangelizar en todos los confines de la Tierra. La Iglesia, a través de las Obras Misionales Pontificias, incluso ha instaurado un día del año para recordar a quienes han muerto mártires por su fidelidad al Evangelio.
San Francisco de Asís, en su afán de convertir al sultán Malik al Kamil, le propuso un desafío y se ofreció a ir primero en un sendero en llamas, con la idea de que el seguidor de la religión verdadera sería protegido por Dios. El sultán rechazó el desafío pero dialogó con el santo, a quien le preguntó:
-¿Por qué los cristianos predican el amor y hacen la guerra?
Entre lágrimas, el Santo de Asís respondió: “Porque el Amor no es amado”
El sultán quedó impresionado y le permitió a San Francisco evangelizar en su tierra y dijo:
“Si todos los cristianos fueran como Francisco, sería muy fácil ser cristiano.”
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“¡Ay de mí si no evangelizara!” (1Cor 9,16).
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