Ser Católico no es para Cobardes

El católico debe estar dispuesto a unirse al combate y enfrentar las fuerzas anticristianas que quieren impedir que Cristo reine en todos los corazones.

Por P. Jorge Hidalgo

Si alguien pensaba que ser católicos es para tibios, se equivocó de Iglesia.

Ser cristiano es, sin duda, ser militante, es tener la idea fija de que Dios tiene que ser nuestro Rey y que tenemos que hacer que Cristo reine ahora, no solo al final de los tiempos.

Tenemos que hacer todo lo posible para servirlo, para responder al llamado y unirnos a la batalla para enfrentar el pensamiento anticristiano que no quiere a Cristo como Rey. El enfrentamiento, necesariamente, debe de ser a muerte y es Jesús quien nos está llamando, es quien quiere que nos enlistemos en esas tropas para lograr que sea el único Rey en esta vida.

Entre las actuales leyes anticristianas que debemos combatir, están, por ejemplo, la ley del pseudo matrimonio homosexual, la ley del aborto, las leyes que promueven la ideología de género, que impiden que los padres de familia puedan oponerse a que sus hijos se practiquen un cambio de sexo, las leyes que promueven la anticoncepción y tantas otras.

Tenemos que hacer todo lo posible para que Cristo reine y eso va a ocurrir cuando su ley sea la nuestra. La ley de Cristo son los diez mandamientos: esa es la ley que debe gobernar las sociedades, y en especial el Estado.

Si no entras en el combate, si eres católico solo de puertas para dentro, caerás en una “convivencia pacífica”, idea que se instaló en la Revolución Francesa, bajo el pretexto de libertad, igualdad y fraternidad, se decía que el Estado tenía otros valores, pero eso era una mentira.

Durante la Revolución francesa, La Vendée, una región cristiana entera, fue masacrada. Mataron casi al 80 por ciento de la población por defender su fe; una fe que les había sido fortalecida por San Luis María Grignion de Montfort, un gran misionero que hizo que el pueblo fuera católico y fiel. Ese pueblo quiso defender a su rey porque al defenderlo a él, defendían a Dios; por eso su lema era por Dios y el rey.

Era un conflicto espiritual entre el bien y el mal. Entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre; Una es el amor a Dios hasta el desprecio de sí y la otra es el amor de sí, hasta el desprecio de Dios, como lo dijo San Agustín. En cambio, la frase de la revolución francesa: “libertad, igualdad y fraternidad” está viciada de origen. El asesinato sistemático de los católicos demuestra que no respetaban ni la libertad, ni la igualdad ni se creían hermanos de los que amaban ante todo a Dios. 

En Francia se inventó la guillotina para cortarle la cabeza al rey Luis XVI y a todos los franceses que se opusieran al proyecto anticristiano y así, la plaza de la Revolución se impregnó de olor a sangre humana.

Mientras que en México, en donde años más tarde ocurrió una historia similar, a los que no querían renegar de su fe los fusilaban o los colgaban en las plazas y en los postes, para servir de escarmiento. Sin embargo, los católicos estuvieron firmes en la defensa de su fe.

Tan sólo por ser católico

El odio contra Dios y contra todo lo sagrado ha hecho que se repita la historia de Francia en México, España, Ecuador, Argentina y otros países.

En México, el gobierno masón ordenó la aplicación de una ley conocida como la “Ley Calles”, que impedía la libertad de culto, expulsaron a los Sacerdotes extranjeros, prohibía el uso de la sotana y muchas otras cosas que los mexicanos no estuvieron dispuestos a permitir, por lo que el ejército federal comenzó a perseguir a los hombres -conocidos como cristeros- que tomaron las armas para defender su fe. Fue una guerra ante todo teológica, de una cosmovisión anti-cristiana y anti-católica que quería destruir la fe.

En España, los enemigos de la fe abrieron las tumbas y se fotografiaban con los esqueletos, quemaron Iglesias, se vistieron con los ornamentos sagrados. Martirizaron a Obispos, Sacerdotes, matrimonios, niños … fueron muertes espantosas ni siquiera dignas de un animal. Y para mostrar su tremendo odio a Dios incluso se difundió una fotografía en donde están “fusilando” una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Otro ejemplo de este gran odio a la fe ocurrió en Ecuador. El año próximo se cumplen también 150 años del asesinato del único presidente auténticamente católico del mundo moderno. Gabriel García Moreno, presidente de Ecuador que fue asesinado por la masonería al salir de la Catedral de Quito.

La paz de los pueblos

Por más que el diablo proteste, Dios es Dios. Cristo es Rey por naturaleza, pero también es Rey por derecho de conquista, porque nos ha redimido, nos ha comprado con Su Sangre, como explica el Papa Pío XI en su encíclica Quas Primas, en donde declaró el reinado de Cristo. Y solo habrá una paz auténtica cuando Él sea proclamado Rey de todos los corazones.

Solamente Dios puede dar la paz verdadera; cuando reconozcamos el Señorío de Cristo es entonces cuando vendrá la paz a los pueblos. La paz auténtica, la paz que surge primero de un orden interior, cuando lo inferior está sometido a lo superior y nuestra alma a Dios.

Cuando nuestra alma está sometida a Dios, todas las pasiones están gobernadas por la voluntad, la voluntad está sometida a la inteligencia y la inteligencia está abierta al don de la fe, entonces allí es cuando el hombre obtiene la auténtica paz. Y cuando está esa paz, entonces se puede lograr la concordia verdadera. Ésa es la verdadera paz de los pueblos.

Que la Santísima Virgen, nuestra Reina, nos ayude a combatir por Cristo con las armas espirituales, a cumplir los diez mandamientos para vencer a aquellos que nos quieran impedir la profesión y la vivencia clara de nuestra fe; que nos ayude a que Jesús sea siempre nuestro Rey en todos nuestros actos. Recordemos que si a Cristo lo servimos en esta vida, reinaremos con Él para siempre en el Cielo.