Sólo con la Gracia de Dios, Jesús Nacerá en tu Corazón
- P. Jorge Hidalgo
- 19 dic 2024
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 25 dic 2024
La forma de esperar al Mesías es cumplir todos y cada uno de los diez mandamientos.

Por P. Jorge Hidalgo
¿Qué hacer para recibir a Jesús? ¿Cómo prepararnos en la recta final de este tiempo de Adviento? Estas mismas preguntas le hacían también a Juan el Bautista. Los judíos querían saber qué tenían que hacer para la llegada del Mesías, y él, en pocas palabras, les recomendaba cumplir la ley natural aludiendo al sentido inscrito en los hombres de hacer el bien y evitar el mal.
Juan el Bautista preparó la primera venida de Jesús desde el seno de su madre Isabel; la hizo reconocer a María como Madre del Mesías. Todavía Juan no hablaba y ya estaba confesando a Cristo desde el vientre de su madre, por eso se le llama el precursor, porque corre delante de Cristo.
Pero Juan también tiene una misión al final de los tiempos. Hay que recordar que cuando iba a nacer, el ángel Gabriel le dijo a Zacarías, su padre, que el niño que iba a nacer de Isabel iba a preceder al Señor con el espíritu y el poder de Elías.
Y Elías tiene que venir al final de los tiempos. En el libro del Apocalipsis aparecen dos testigos misteriosos, uno tradicionalmente es llamado con el nombre de Elías y como Elías es Juan, o el espíritu de Elías está en Juan -por la boca del arcángel- entonces digamos que también el Bautista tiene una misión antes del final de los tiempos y siempre está presente en el Adviento, une las dos venidas de Cristo.
El adviento nos sitúa en esa espera del Señor, en la temporal o en la escatológica. Por eso Juan el Bautista ocupa un lugar central en la preparación de los cristianos para la llegada del Día del Señor.
¿Qué es lo que hay que hacer?
La enseñanza del Bautista de entonces y aún ahora es la misma: cumplan la ley natural, una ley que siempre responde a una razón y a un orden, porque cuando hay una ley hay una ordenación de alguien que tiene autoridad. Santo Tomás pone el ejemplo de la flecha y el arquero: si uno tira una flecha, la flecha no sabe dónde va, pero el arquero sí sabe a dónde va la flecha porque tiene un objetivo.
Si hay una ley escrita en todas las cosas, tanto en los seres que pensamos, o los seres racionales o espirituales, como en los seres inanimados, como las piedras, o los animales, lo que fuere, quiere decir que hay alguien que lo escribió. Cleantes, un filósofo antiguo, se refería a esta ley natural como a la ley de Dios en las cosas, por eso debía ser respetada.
Para nosotros, la ley natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional; es decir, el ordenamiento que Dios hizo para nosotros. ¿Y cómo sabemos nosotros esa ley natural? ¿Qué es lo que dice en definitiva el Bautista? Dice que hay que hacer el bien y evitar el mal, y eso todos lo tenemos inscrito en nuestra naturaleza.
Cuando ya tenemos noción de lo que es el bien y el mal, es imposible negarlo, ése es el principio que hay que alcanzar.
Solo con la ayuda de Dios
La ley natural nos inspira a hacer el bien y evitar el mal. ¿Y cómo se traduce eso en concreto? Con el cumplimiento de los diez mandamientos que son una disposición de Dios para que nosotros podamos llegar al Cielo.
Pero no podemos cumplir nueve sí y uno no. O nueve y medio, y medio no. No hay descuento ni negociación, Dios nos ha dado el manual, no son ocho sí y dos no. Ésa es la forma de esperar al Mesías según nos dice Juan, cumplir todos y cada uno de los diez mandamientos y no hay excepciones, esto no es sólo para los cristianos o los católicos, esa ley es para todos los hombres.
Pero sabemos que no podemos cumplir los diez mandamientos si no es con la ayuda de Dios, si no estamos movidos por la gracia actual. Más aún, nadie puede cumplir el primer mandamiento, que es amar a Dios sobre todas las cosas y adorarlo como único Dios, si no está movido por la gracia de Dios. Todavía más: nadie puede cumplir un único precepto de la Ley moral por mucho tiempo sin la gracia de Dios.
Recapitulando, la única forma de cumplir la ley natural y de cumplir los diez mandamientos es con la presencia de Dios en el alma y eso es lo que debemos tener presente de manera especial en esta espera del Mesías, en este tiempo de Adviento.
Y esto nos debe hacer pensar en la urgencia de que el mensaje cristiano llegue hasta los confines del mundo, en especial a quienes nunca lo escucharon. Porque si a nosotros, que tenemos siempre los sacramentos y otros auxilios, tales como el Santo Rosario, nos cuesta ser santos, ¡cuánto más difícil será para los paganos! “Si el justo apenas se salva, ¿qué pasará con el impío y el pecador?” (1 Ped. 4, 18)
La verdadera alegría en esta espera del Mesías llega con el cumplimiento de los Mandamientos, con la experiencia de vivir en la gracia de Dios, de recurrir a la confesión y vivir cristianamente.
Aún tenemos tiempo de hacer una buena confesión para que Jesús nazca en nuestro corazón. Para que cuando lleguen San José con la Virgen María a golpear en nuestra alma, no les respondamos que no hay lugar en la posada; sino que los recibamos con el corazón abierto, aunque tengamos un pobre pesebre, pero que lo encuentre de puertas abiertas para que Jesús se quede con nosotros para siempre.
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