¿Quiénes son de Cristo?
- Anuar López
- 11 ago 2024
- 4 Min. de lectura
Millones decimos ser de Cristo, más esto no basta para entrar al reino de los cielos.

Por Anuar López
Somos aún muchos en el mundo que nos hacemos llamar cristianos -2,400 millones-, entre católicos, protestantes y ortodoxos.
Nominalmente todos suscribimos con Cristo, pero para saber si Cristo suscribe con nosotros bastaría preguntarle a Él. Y ahorrando el esfuerzo que pudiera hacer el lector de este artículo, es que traigo a la palestra a san Mateo: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial.” (Mt 7:21); Quien no está conmigo, está contra Mí, y quien no amontona conmigo, desparrama” (Mt 12:30); citando también al más mozo de los hijos del Trueno, el apóstol san Juan: “Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mí, a fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que eres Tú el que me enviaste.” (Jn 17:20-21).
Asumiendo el riesgo que siempre representa citar parcialmente las Sagradas Escrituras -como lo han hecho las herejías- creo suficientemente ilustrado nuestro propósito para saber quiénes son de Cristo: aquellos que cumpliendo sus mandamientos -todos- lo hacen en el espíritu de unidad, a lo que san Pablo llama Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia -triunfante, purgante y militante- tanto en la primera a los Efesios, como en la primera a los Colosenses. El que cumple los mandamientos -voluntad del Padre- en la unidad con Cristo -Iglesia-, ese es de Cristo.
Pero ¿Cómo serlo en la actualidad? “Sí, eso dijeron Cristo y san Pablo, pero lo dijeron hace mucho”. “¿Qué hay para el ahora?”. Afirmaciones y preguntas implícitas en los “argumentos” modernos.
Aunque no es recomendable responder con otras preguntas, lo veo oportuno: ¿Qué diferencia esencial tiene el hombre de hoy con el hombre al que le hablaron Cristo y san Pablo? ¿Qué ha cambiado sustancialmente en él? No me refiero a sus gustos, sentimientos o anhelos, que evidentemente sufren cambios, no ya en siglos, sino hasta en minutos -temperamento humano que tampoco ha cambiado- pero esto es mero accidente. No son elementos constitutivos de la naturaleza humana, sino operaciones de esta. Son verbos y no sustantivos.
El hombre al que le hablaron, le hablan y le hablarán tanto Nuestro Señor Jesucristo como el Apóstol de los Gentiles es el mismo desde el tiempo de las cavernas al de hoy y del mañana. El hombre que según los griegos tiene Logos -razón, idea, palabra- y que comunica este Logos, pintando en las cavernas, escribiendo en cuneiforme o en jeroglífico. Aquel que se ha preguntado por la existencia: la suya, la de los demás, la de los seres y las cosas. Como los admirados cosmólogos, Tales o Anaximandro; el objetivo Aristóteles y el iluminado santo Tomas; el confundido Descartes o el encumbrado existencialista -nihilista- Heidegger, “por qué hay algo y no más bien nada”. O el hombre del campo que mira las estrellas y los cielos para saber si lloverá, para saber qué pasará mañana. El joven que desesperadamente accede a las drogas para “encontrar el sentido de la vida”, o para huir de su sinsentido. El viejo que se cobija en el alcohol por el remordimiento de lo que pudo haber sido y no fue. El que se crea un “avatar” que lo haga más poderoso que en su realidad vital; así como el que pone un filtro a su selfie para verse mejor de lo que él mismo se percibe. El que no encuentra la felicidad en ser un humano y “se transforma en gato” con un par de orejas de tela en una diadema; o el que no se siente él o ella siendo hombre o mujer y “transita” de “género”. ¡Todos! los de ahora y mañana, así como los de ayer. ¡Todos! Los que se preguntan ¿Qué soy yo? ¿Qué es ser? ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué cosa es la vida? ¿Qué es la muerte? Todos los que compartimos la misma naturaleza. La humana. A ellos les hablan Cristo y san Pablo.
Pero, aunque les hablan a todos, no todos son de Cristo: “No todo el que diga Señor, Señor… sino el que hace la voluntad de mi Padre…” “…quien no amontona conmigo, desparrama…” La invitación -porque es una invitación- es muy clara: cumplir los mandamientos y estar en unidad con Cristo. Estos son de Cristo. Ayer, hoy, mañana… siempre. “Hasta el fin de los tiempos” (Mt 28:20).
- “Yo rezo mucho y tengo mil devociones”.
- El que hace la voluntad de mi Padre.
- “Yo creo en Cristo, como un maestro de humanidad, un iluminado y el primer comunista.”
- Quien no amontona conmigo, desparrama.
- “Pero, yo escribo artículos y hago videos donde siempre hablo de Ti, Señor”.
- No todo el que me dice: Señor, Señor…; sino el que amontona conmigo; el que hace la voluntad de mi Padre…
¿Para quién está vedado el Reino de los cielos?
Para aquel que peca contra el Espíritu Santo (Mt 12:31), para aquél que endurece su corazón y se cierra a la Gracia… Es decir, para aquél que no quiere ser verdaderamente de Cristo.
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