top of page

¿Por qué no Sufrir más?

Actualizado: 21 mar

¿Qué hacer en medio de la tormenta? Abraza tu cruz, sigue los consejos de San Ignacio de Loyola y después te alegrarás por haber sufrido todo por el Señor.



Por P. Gonzalo Viaña


Ánimo, fuerza, que nuestra fuerza no viene de que los demás nos quieran; nuestra fuerza, nuestra alegría, viene de la gracia de Dios que es poderosísima. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra, así contestamos en el Salmo 123 y de verdad ésa es la base de nuestra esperanza: que hizo el Cielo y la tierra, o sea que es poderoso, que ha hecho todo el universo, ha hecho cien mil galaxias con cien mil estrellas cada una, ha hecho y mantiene en existencia toda la creación en todo momento.


Nadie te conoce como Dios, nadie te quiere tanto como Dios, y de ahí viene tu fuerza, de saberte querido y conocido por Dios, como nadie, eso da más fuerza que nada. Hay muchos textos que nos pueden dar fuerza cuando uno está en un momento de aflicción y tribulación, pero de entre ellos, los mejores son los Salmos, ahí se puede encontrar mucha luz, viendo cómo el Señor anima, da fuerza en la batalla, da las herramientas, las armas, la victoria; Él es nuestro consuelo, nuestra roca, nuestra fortaleza. 


También hay otros santos y otros autores muy buenos que nos dejan algunas ideas para el momento en el que quizás estés en un túnel oscuro caminando; sabes que al final hay luz y esa luz es el Cielo, esa luz ilumina un poquito nuestro túnel, que es ver la vida en algún momento mejor, lo que da ánimo y esperanza, y de las cenizas se renace. 


Si en cambio, otros momentos son oscuros y parece que no hay luz, que va a permanecer todo siempre así, ten presente los consejos de San Ignacio de Loyola, que han sido luz y fuente de sabiduría para muchos, para él mismo que los puso en práctica, como deberíamos hacerlo todos.


  1. En momentos de desolación no hacer mudanza, no cambiar nada, si no me cambian de afuera, no me obligan, yo sigo y persevero en mis propósitos; es más, dice San Ignacio que la única mudanza, el único cambio que hay que hacer, es hacer contra, y ahí va el segundo consejo.

  2. Hacer lo opuesto a lo que el demonio me sugiere, porque en momentos de desolación es la voz del demonio la que se oye más fuerte a veces, es la que me va insinuando hacer algo tonto y rápido; es cosa del demonio el cambio rápido, irracional y no basado en la fe. Hacer la contra es que si no sientes ganas de rezar, se te hace pesadísimo todo; ¡reza más!, al menos persevera rezando lo que tenías que hacer, a fondo y con todo el amor que puedas. Si no puedes vivir la caridad con alguien, ¿se te hace muy difícil?, ¡ten más caridad, más bondad, más paciencia! Si estás más susceptible que nunca, ten más paciencia, más bondad, más sonrisas, aunque veas borroso por las lágrimas, pero el Señor quiere más de eso. Lucha también contra el propio egoísmo, si lo que quieres es ser consolado, consuela a los demás, ve cómo están los otros, porque es consolando como se es consolado, es dando como se recibe; qué mejor que mover a los demás a la fe, a la esperanza, a la caridad en estos momentos.

  3. Dice San Ignacio que hay que rezar, pedirle al Señor: Dame Tu paz, dame Tu alegría, dame tu amor, dame tu esperanza, ayúdame a hacer el bien a los demás, dame tu perseverancia; y hay que insistir, insistir e insistir, hay que pedir milagros. Cuántas gracias el Señor quiere darnos y no las da porque no las pedimos; ¡Él está con las manos llenas! Cuántas apariciones, mensajes, palabras de los santos de hace muchísimos años, como San Alfonso María de Ligorio, que nos conducen al Señor, presente en el Santísimo, en donde nos espera con las manos llenas para darnos los tesoros de su gracia, ¡y nadie se los pide!, nadie pide la conversión de tal, por cierta dificultad, la salud; ¡hay que pedir el milagro! Después, si Dios no me lo quiere dar a pesar de haberselo pedido mucho, es porque me va a dar algo mejor, así lo dijo San Agustín, a veces el Señor no nos da lo que pedimos, o porque somos malos o porque no queremos cambiar algo que el Señor quiere cambiar, Él puede querer tu confesión, que vayas a Misa, y no lo quieres hacer, solo quieres que Él te dé cosas buenas, pero tú tienes que dar primero, debes ser bueno. 

Puede que el Señor tampoco atienda nuestros pedidos porque lo hacemos de mala manera, sin humildad, con enojo, como si tuviésemos derecho a algo, y no, no lo tenemos; todos son regalos de Dios. Cuántas veces he olvidado lo que le he ofrecido, cuántas veces empecé una novena y la dejé colgada. Otras veces el Señor no nos da lo que pedimos porque no pedimos cosas buenas, no porque hayamos pedido cosas pecaminosas, pero puede ser que lo que pedimos no sea bueno para nosotros. Pero aunque haya sido el caso, la oración no fue inútil; nunca, nunca, nunca la oración es inútil, si el Señor no nos da eso será por algo mejor, aunque no entendamos nada en el momento, pero es lo mejor y después lo vamos a ver. Un día vas a mirar para atrás y vas a ver este momento y le vas a agradecer a Dios por esto que te está pasando, porque esto te ganó más Cielo, más amor, hiciste mayor bien a otras personas, ¡quién sabe la cantidad de bienes que salieron de la turbación de la Cruz, del dolor de estar crucificado! 

  1. Conforme al programa de San Ignacio, lo que sigue es examinarse. En esos momentos uno no quiere ni mirarse para adentro, todo está oscuro, ¡duele!; pero este consejo de mirarse el interior no es para hurgar algo doloroso o tocar una llaga; sino para tratar la razón por la que vino esta desolación porque si descubro la razón por la que estoy sufriendo, puedo tratar de remediarlo. A veces son tironcitos de orejas, una falta de la caridad con alguien, he dejado de rezar… y el Señor da un poquito de desolación para que te des cuenta que no le gustó eso y te corrijas. Pero otras veces también el Señor da para darnos mérito, para darnos premios, quiere un gran Cielo para nosotros y esta tribulación es la mejor inversión para toda la eternidad. 

Sea lo que sea que pasa ahora, después hay Cielo eterno y el nivel que alcanzaré ahí, dependerá del nivel de gracia con el que muera, así que todas las cruces, dependiendo de cómo las hayamos llevado, son para crecer en gracia; es decir que se trata de una inversión que yo no haría voluntariamente, pero que Dios me hace hacer por pura bondad. Entonces, si hay algo que corregir, se corrige, pero si no hay nada de eso es que el Señor nos está queriendo hacer más santos, y hay que dejarlo, abrazarse a esa cruz, pedirle las gracias que necesitamos para aguantar, porque sin ella, no aguantamos ni una mala cara, ni una palabrita que no nos gustó. Pero con Su gracia podemos ser mártires.

  1. Toca en este momento, dice San Ignacio, contemplar o meditar, es decir, recordar todos los bienes y beneficios que hemos recibido de Dios, no alcanza la vida para llegar a agradecer todo lo que Dios nos ha dado; esta reflexión me mueve a la confianza, ver que el Señor me ha dado tantas cosas siendo yo malo, y que a veces estando lejos de Dios el Señor igualmente me daba cosas por su pura bondad. ¿Cómo no me va a dar ahora que le estoy suplicando y pidiendo al pie de la Cruz que me ayude y que lo estoy haciendo con insistencia? ¿Cómo no va a ser bueno el Señor si siempre lo ha sido? Dios no cambia, yo cambiaré, pero Dios no se muda, dice Santo Teresa, la paciencia todo lo alcanza. No hay que irse, no hay que moverse, sino aferrarse a esa cruz aunque haga llorar y sufrir, pero después hay resurrección, ¡la victoria es de Cristo! No importa cuán poderosos sean sus enemigos, cuánto sea su poder destructivo, cuánta maldad tengan, cuánto sea su deseo de venganza y saña, Dios es más poderoso que todos, es el lado ganador, hay que estar del lado ganador, no ser un perdedor, no asociarse al mundo porque el mundo pierde, Cristo no.


Decía el santo cura de Ars, San Juan María Vianey, Dios me ha hecho esta gran misericordia de no poner en mí nada en lo que pudiera apoyarme, ni talento, ni ciencia, ni sabiduría, ni fuerza, ni virtud. No quiere decir que esas cosas sean malas, obviamente, hay que buscarlas porque son herramientas para llevar a Dios, pero no hay que apoyarse en eso. , era de Dios, todo fue siempre de Dios, así también dice Santa Teresita de Lisieux: se experimenta una paz tan grande de ser absolutamente pobre, de no contar más que con el buen Dios. Y si esa es nuestra riqueza, Dios, dice San Pablo en la segunda carta a los Corintios: Pero llevamos este tesoro en vaso de barro, para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios y no proviene de nosotros, en todo atribulados, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados; llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo porque nosotros, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal, de manera que en nosotros actúe la muerte y en vosotros la vida.


Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito, creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesucristo también nos resucitará con Jesús y nos pondrá a su lado con vosotros, porque todo es para vuestro bien, a fin de que la gracia, multiplicada a través de muchos, haga abundar la acción de gracias para gloria de Dios. Por eso no desfallecemos, al contrario, aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día, porque la leve tribulación de un instante se convierte para nosotros incomparablemente en una gloria eterna y consistente, ya que nosotros no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles, pues las visibles son pasajeras y en cambio las invisibles eternas.


También San Juan de Eudes dice: Guardémonos de apoyarnos ni en el poder o el favor de nuestros amigos, ni en nuestros bienes, ni en nuestro espíritu, ni en nuestra ciencia, ni en nuestras fuerzas, ni en nuestros buenos deseos y decisiones, ni en nuestras oraciones, ni incluso en la confianza que nos parece tener en Dios, ni en los medios humanos, ni en alguna cosa creada, sino sólo en la misericordia de Dios. No es que no se necesite emplear las cosas susodichas -continúa- y poner por nuestra parte todo lo que podamos para vencer el vicio, para ejercitarnos en la virtud y para sacar adelante los asuntos que Dios pone en nuestras manos y ocuparnos de las obligaciones propias de nuestra condición, pero debemos renunciar a todo apoyo y toda la confianza que podamos tener en esas cosas y apoyarnos en la pura bondad de nuestro Señor. Esto lo escribe en el libro: “El Reino de Jesús”, segunda parte.


Alguien me hizo llegar un cuento muy lindo que se llama el Capitán:

Un niño estaba a la orilla de un gran lago y con sus brazos hacía señas para llamar a un barco que ya se encontraba en pleno curso. Se le acercó un hombre y le dijo:

-No seas tonto, ¿crees que el barco cambiará de rumbo sólo porque lo estás llamando? 


Pero efectivamente el barco giró hacia la orilla, atracó y subió al niño a bordo. Mientras éste subía, le dijo al hombre:

-No señor, no soy tonto, el Capitán ¡es mi papá! 


Aprendamos la lección que nos da este niño. ¿Acaso Dios, nuestro Padre, ignora nuestros clamores cuando lo invocamos con fe? Si supiéramos cuánto anhela nuestro Padre colmarnos de todo y hacer posible lo aparentemente imposible, entonces no nos sorprenderíamos de que su brazo poderoso se manifestase contra toda desesperanza. Al contrario, caminaríamos en aquella seguridad que tenía aquel muchacho a orillas del gran lago en la historia. Todo es posible para el que cree, nos dice el Señor en el Evangelio. 


También nos ayuda mucho el pensar en el premio que va a haber cuando uno está en desolación, pensar que pronto va a haber consolación y pedirla obviamente, eso dice San Ignacio. Y si esta vida tiene muchas desolaciones, hay que pensar que hay una gran, gran, gran consolación que es el Cielo. Que algún día, si hemos sido fieles, escucharemos cuando vengamos con la lista de las cosas que hemos sufrido por el Señor, que quizás se van apilando y se van haciendo unas cuantas a pesar de nuestras miserias y debilidades, y en ese momento el Señor nos dirá: Entra servidor bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor. Y ahí se secará toda lágrima, todo sufrimiento, toda dificultad habrá sido poca, quizás solamente nos arrepentiremos de no haber sufrido más por Cristo. Y eso te lo digo -créeme, porque te lo voy a refregar en la cara cuando estemos en el Cielo- te vas a alegrar de esto, de haber sufrido todo por el Señor.


Quizás quieras haber sufrido más o mejor, no lo sé, pero ciertamente te vas a alegrar, alegrar de haber pasado esto por el Señor y haber llevado una astillita de la cruz, aunque sea chiquitita. Al final, el apocalipsis, después de todas las batallas y cosas fuertes que vemos, persecuciones muy duras, termina simplemente con que llega Cristo, sopla y vence a la bestia, al demonio. El Señor vence así nomás, así de fácil. También va a vencer en tu vida así de fácil. Todas esas dificultades, persecuciones, ser cancelado, lo que sea, todo va a ser recompensado enormemente por el Señor, que recompensa hasta un vaso de agua, cuanto más el haber sufrido y el haber estado al pie de la cruz con él. Así que ¡fuerza!


En la consolación hay que acordarse que estas cosas van a venir después, entonces no hacerse soberbio, no creer que son cosas de uno, que son méritos de uno, que son logros de uno. En la desolación hay que acordarse que el Señor es bueno, que el Señor nos quiere, que el Señor está al lado, que nos da siempre su gracia suficiente en todo momento para no caer, eso no nos va a faltar nunca, su ayuda de una forma u otra no nos va a fallar jamás, el Señor es fiel a su promesa, así termina el Te Deum.


También nosotros podemos repetir: In te Domine speravi: non confundar in aeternum. En ti Señor esperé, no quedaré confundido para siempre.


Comments


Las fotos e imágenes contenidas en este medio digital son tomadas de internet, consideradas de dominio público.

Si es el deseo de los propietarios retirarlas de éste sitio web, favor de ponerse en contacto con nosotros para que las imágenes sean retiradas.

  • Instagram
  • Facebook
  • X
  • Youtube
  • TikTok
Adveniat-blanco_edited.png
bottom of page