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Los Hijos que Dios nos dé

Actualizado: 5 jun

Estar abiertos a la vida puede representar todo un reto, pero abandonarse a la Providencia de Dios siempre garantizará que se puede salir adelante.



Por Claudia Ortiz


Carlos y Guetty no tienen una familia común. Su presencia llama la atención porque en estos tiempos en que predomina una cultura de muerte, ellos han concebido 16 hijos, aunque sólo 11 llegaron a término.


Su familia no es perfecta, no han encontrado la solución a todo, no todo marcha como reloj suizo, pero su abandono y confianza en Dios se ve retribuida todo el tiempo por la Providencia Divina y tienen la disposición para encontrar la manera de salir adelante a los cambios y retos que día con día surgen cuando se tienen varios hijos de muy distintas edades.


Amor a insistente vista


Guetty llegó a vivir a Irapuato y tuvo un paso rápido por la primaria en la que estudiaba Carlos, eran muy pequeños entonces para sentir atracción, tampoco interactuaron en la secundaria, aunque sí se ubicaban. Su amistad comenzó en la preparatoria, aunque a finales. Ambos optaron por una ingeniería y se fueron a estudiar a Querétaro, en donde estaban esas carreras. Guetty estudió Ingeniería Industrial y Carlos Ingeniería en Electrónica y Comunicaciones.


La mudanza los hizo convivir más porque los estudiantes que provenían de Irapuato se procuraban y salían juntos; además, al tiempo una amiga de Guetty empezó a salir con un amigo de Carlos, y ambos acudían como chaperones; como no tenían nada que hacer se ponían a platicar entre ellos y terminaron de novios. Después de alguna pausa en el noviazgo, los chaperones llegaron juntos al altar cuando tenían 25 años de edad.


Carlos era ateo y si por él hubiera sido, se habrían “arrejuntado” o casado solo al civil, pero Guetty no le dio otra opción, ella era católica y solo veía un camino para formar una familia y era pasando por el altar. Reconsiderando la situación reconoce que no era una buena católica, porque de haber sido obediente, no se hubiera casado con alguien que no profesaba su religión. Lo que sí recuerda haber hecho en su vida, desde chica, es haber atendido las recomendaciones de su mamá y rezar por su futuro esposo.


Cuando hablaban sobre los hijos. Carlos, en quien sí había hecho mella la mercadotecnia “pocos hijos para darles mucho”, quería dos; mientras que ella se decía abierta a la vida pero le decía a Dios: Lo que Tú digas, pero que sean 2 hombres 2 mujeres y antes de mis 30 años, “eran mis conversaciones con Dios, muévete con libertad pero en este cuadrito”, reconoce Guetty. 


Para Carlos, cuatro hijos eran muchos, lo que le preocupaba entonces era que se llevaran bien entre ellos, pero al final pensaba, “si tenemos cuatro está bien.”


¿Éxito o maternidad?


Ambos se titularon, lograron colocarse en un empleo antes de casarse y se quedaron a vivir en Querétaro. Guetty no quiso utilizar ningún método anticonceptivo sino sólo los métodos aprobados por la Iglesia católica para espaciar a los hijos. “Yo estaba abierto a lo que Guetty estuviera dispuesta -dijo Carlos- cuando planeó la idea de no pastillas, ni método artificial, estudiamos el Billings”, su objetivo era no optar por métodos anticonceptivos.


Finalmente llegó el momento de experimentar la maternidad. Cuando se supo embarazada de su primera hija “cómo que me agarró desprevenida -admitió Guetty, se cuestionaba- ¡ahorita cómo, si yo voy a brillar apenas en el trabajo, y me voy a realizar”,  pero pronto reaccionó y se le hizo absurdo cambiar un empleo, en el que además tenía un ingreso muy bajo, por su anhelo de la maternidad que tenía desde chica.


Por gracia de Dios, cuando por un momento la ofusco el deseo de éxito, llegó a ella la semilla que Dios sembró en su corazón sobre la maternidad y decidió no reprimir ese anhelo “por lo que dice el mundo, que me realice, que gane mucho y que tenga coches, casas, viajes y demás, no vale la pena.” Fue muy breve el tiempo en que le asaltó la duda, Dios pronto la rescató y tuvo la claridad de su convicción sobre la maternidad.


Se prepararon para ser papás como pudieron, buscaron orientación de la liga de la leche para que su hija mayor, aunque estuviera en la guardería, tuviera su leche materna y que ella pudiera seguir trabajando. Fue hasta su segundo embarazo cuando decidieron que cuando su hijo naciera, Guetty saldría de trabajar, aunque su salida se adelantó un poco por una crisis en la industria automotriz donde laboraba. A partir de ese momento, con dos hijos, vivieron solo del empleo de Carlos.


Con una diferencia de poco más de un año, llegaron dos hijos más y buscaron una escuela cerca de casa para que Guetty pudiera llevarlos caminando porque tenían un solo auto.

Cuando se embarazó de su quinto hijo hubo una especie de señal de alerta: “les empecé a poner signo de número a los niños”, confió Guetty, pero pronto entró nuevamente en razón: “ya le estoy calculando el precio a cada hijo, me estoy preocupando por qué universidad va a entrar y todavía no sé si viene bien, ¡no tiene lógica!”, reflexionó.


La Providencia respondió: Homeschooling católico 


Dios correspondió a la ratificación de su sí a la vida y su abandono en Él. Tuvieron la oportunidad de estar en una comida con unos pocos matrimonios que también tenían varios hijos. Ellos fueron más bien testigos de la conversación pues los matrimonios hablaron del homeschooling, algo que ellos no conocían, pero ambos estuvieron muy atentos. Cuando salieron del lugar Guetty pensó que era la opción ideal, pero no quería ser ella la que se lo propusiera a Carlos, pues además de atender a los hijos estaba estudiando la carrera de Sicología en línea en la UNAM.


Carlos, por su parte, sintió que le dieron un curso express de homeschooling y lo que más le agradó fue que al educarlos en casa podría conocer más a sus hijos, “eso me hizo click; sí es cierto, pensó, ¿por qué necesito que una escuela eduque a mi hijo y defina lo que va a ser de grande?”


Guetty ya se cuestionaba sobre el ritmo de vida con sus hijos, que para que se distrajeran, además de la escuela tenían actividades vespertinas, como gimnasia y natación, de tal forma que todo era correr para estar listos para sus diferentes responsabilidades, y quería, además, que entre hermanos se llevaran bien, ¿pero cómo? ¡si no tienen tiempo de convivir!


Salieron de la cena y Carlos le preguntó:


-¿Cómo ves?-¡Sí me interesa, estoy lista!, respondió Guetty rápidamente.


Tenían a la vista todas las ventajas del homeschooling, así que Guetty se dio a la tarea de investigar las desventajas:


-Tendrás a tus hijos en casa todo el día.-No podrás trabajar.-No tendrás tu propio ingreso y dependerás del marido.-Ya no podrás irte de shopping ni al café con tus amigas.


Todo lo anterior ya era parte de su vida así que se quedaba únicamente con las ventajas, que además le venía a aportar una solución a su situación: “quiero estar abierta a la vida pero veo signo de pesos por todos lados”, lamentaba. 


Mientras estaban armando la idea y gracias a lo que Guetty había investigado, ella le propuso a Carlos trabajar el homeschooling católico. Carlos se pronunciaba porque la formación fuera más bien laica, pero entendió que más que quejarse o imponerle algo a Guetty, era mejor no ponerle trabas.


Era un mes de Octubre, el ciclo escolar iba iniciando, sin embargo parecía la mejor opción y estaban seguros que podrían educarlos bien si se empeñaban; Guetty estaba feliz con la idea de tener a sus hijos en casa así que dejó su segunda carrera y se inclinó por esta opción de una vez. Quiso continuar la formación con los libros que ya tenían, pero pronto supo que esa no era la manera pues cada hijo estaba viendo diferente tema; así que sobre la marcha se dio cuenta que debía dar un tema para todos, se puso a estudiar y al mes de esa cena, el homeschooling ya estaba en marcha.


Guadalajara, un abanico de cambios para la familia


Carlos ya buscaba un nuevo empleo porque simplemente en el traslado invertía dos horas, tomaba carretera para ir a su trabajo, debía hacer muchas horas extras y se malpasaba en sus comidas; y apenas tenían un mes con el cambio a homeschooling, cuando llegó la oportunidad de un nuevo empleo, pero en Guadalajara.

 

A Guetty le costaba trabajo la idea del nuevo destino al grado de que Carlos ofreció mudarse solo y visitar a la familia los fines de semana. Guetty reaccionó: “si tú te vas yo me voy, no vamos a ser familia de fin de semana” y aunque en Querétaro mejoraron la oferta, la familia completa cambió su domicilio a Guadalajara.


En la mudanza venía también la sorpresa de otro hijo, pero se dieron cuenta hasta que se establecieron en la Perla Tapatía. Sus primeros cinco hijos habían nacido en un hospital de Irapuato que tenía un tío Ginecólogo, pero trasladarse desde Guadalajara a Irapuato para llegar a tiempo al parto era impensable, por lo que Guetty investigó lo del parto en casa y se decidió por esta opción para recibir al sexto hijo.


La asistencia de parteras en casa de Guetty ha quedado establecida desde entonces porque, por un lado, no deben preocuparse por encargar a sus hijos cada vez que deben correr al hospital, eso le ayudaba a ella a sentirse más relajada; además tiene el apoyo de su esposo, no solo presente como en el hospital, sino activo, lo cual le ha resultado de gran beneficio. “Con sentir el apoyo de Carlos como esposo y papá, sobrellevaba el parto de manera muy distinta”, dijo Guetty, quien ha vivido además la mayoría de sus partos sin anestesia.


“Sí hay bastante diferencia con un parto en casa, comentó Carlos, estás en tu ambiente y tienes la libertad de hacer lo que tú quieras. La mujer siente más el apoyo del esposo, se mueve como quiere, se para, se sienta, se acuesta, se mete a la alberca… y es una cercanía mayor entre los esposos.”


Catorce en casa 


“Después del quinto, lo que Dios nos mande”, dijo Carlos. Cuando llegó el sexto hijo, ya no tenían ningún problema con el número de hijos, su mentalidad era de apertura a la vida y el homeschooling solucionaba el tema económico de los colegios.


En esta sintonía recibieron a los siguientes hijos y entre ellos, cinco hijos más que no llegaron a nacer, se perdieron muy pequeños sin que los médicos hubieran encontrado una causa. En total, 16 hijos, por lo pronto.


Los felices padres de esta gran familia aseguran que el tema del número de hijos nunca ha sido motivo de que sean señalados o discriminados, excepto por algún par de comentarios burlescos que no trascendieron, al contrario, la gente que los ve advierte que conforman una muy bonita familia.


¿Cómo resolver el tema económico con tal número de hijos?, se le preguntó a Carlos.


Ya no fue tema de preocupación, en mi caso tengo la dicha de tener trabajo. Sí ha habido rachas en que hemos tenido deudas, empiezas a ver cómo le haces para salir de esas situaciones, ha habido épocas donde hay que apretarle más.


Cuando llegaron a Guadalajara, por ejemplo, la situación fue complicada porque todo era más caro, “pero por gracia de Dios, como podemos nos ha ido alcanzando el dinero para lo que necesitamos porque no estamos una situación precaria, tenemos lo que Dios ha ido proveyendo para vivir haciendo algunos sacrificios y adaptándonos a nuestras posibilidades, los niños se adaptan a todo, los niños están felices.”


Para Guetty, hay cosas que resolver, como el hecho de que ella sea mejor administradora, como lo prometió ante el altar.


Respecto a una casa óptima, su sueño es irse a vivir al campo, lejos del ajetreo de la ciudad, pero sin alejarse demasiado del templo de Nuestra Señora del Pilar, sede de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP), que es otro de los regalos que les dio Guadalajara, al conocer ahí la Misa Tridentina.


Fue también gracias a las personas que le hablaron del homeschooling, que dio con otras mamás que además asistían a la Misa Tradicional. Guetty conoció así la FSSP y se sintió acogida porque lejos de asustarse por el número de hijos que tenían, les decían que “un hijo que viene en camino es una alegría para todos.” Decidió integrarse entonces a la Parroquia, también porque las actividades estaban pensadas para las familias que tenían a sus hijos en casa.


Tanto por la vida parroquial como por el homeschooling, comentó Carlos, los hijos son felices, tienen amigos con los que pueden jugar, están contentos por lo que están aprendiendo en Sedes Sapientiae, (el colegio híbrido de la FSSP),” los temas son basados en método clásico, les hace mucho sentido, Filosofía, Retórica, Gramática, va acorde a la formación que han recibido.”


Para los más grandes, pronto se abrirá Razón abierta, el curso preuniversitario en el que van a estudiar Antropología, Ética, el sentido de la vida, “van a presentar una tesina; eso les va a dar las bases humanísticas para estudiar cualquier carrera, de esta forma, independientemente de lo que siga para ellos, ya tendrán las bases que los ayuden a pensar para que no les tambalee la fe tan fácil; además los va a ayudar a buscar ser virtuosos en todo lo que hagan, al final lo que hagamos es para gloria de Dios”, comentó Carlos.


Además de Carlos, Guetty y la abuela, la familia la conforman once hijos de 19 años a 6 meses y “como en cualquier familia, platicó Guetty, hay momentos buenos, momentos malos.” No tiene una fórmula para todo, “cuando sientes que lo tienes dominado, la vida cambia”; la llegada de nuevos hijos trae nuevas tareas, mientras que al mismo tiempo los grandes van creciendo y como es el caso ahora, son independientes y “la mamá ya no les lleva la agenda.”


Por sobre todo ve la mano de Dios en su vida y la de su familia. “Todas las carencias que Carlos y yo tenemos como papás, Dios las ha cubierto. Si bien nuestros hijos son imperfectos y están en formación como todos, en general son buenos hijos y no es porque Carlos y yo seamos muy organizados o sepamos mucho cómo ser buenos papás, o hayamos tenido una vida muy piadosa, es por esos misterios que uno no entiende, pero por gracia de Dios Él es el que ha cubierto en nuestros hijos todas las carencias que podamos tener, todos los huecos que les hemos dejado, no quiere decir que no le echemos ganas, siempre estoy tratando de ir mejorando, pero lo más difícil y lo imposible para uno de alcanzar, Dios siempre lo ha ido cubriendo”, afirmó Guetty.


Y además de cuidar 11 hijos, Carlos y Guetty procuran cuidar su relación matrimonial. Entre los cambios que están procurando, Carlos ha comprendido que es importante cuidar el tiempo de pareja, tomar la iniciativa para buscar una cita con su esposa, procurar alguna salida de casa que les conceda tiempo juntos, sin el tema de los niños, quehaceres y preocupaciones. Este espacio, confió Guetty, le es de gran ayuda para mantener la dinámica familiar, “lo necesito -dijo- así funciono mejor con los hijos.” 


Más hijos para el Cielo


Ni Guetty ni Carlos provienen de una familia numerosa, de hecho ambos tienen solo un hermano; sin embargo la llegada de los hijos ya les es algo muy natural.


Guetty considera que si se hubieran quedado en Querétaro tal vez no hubieran tenido más hijos. Por gracia de Dios se dio esa mudanza y para ella ahora es normal tener hijos, “si me preguntaras si tengo muchos hijos, dijo, mi respuesta sincera es no, tengo los que son.”


No se arrepiente de ninguna de sus decisiones: haber dejado su trabajo, su profesión, los estudios de su segunda carrera, “ninguno de los sacrificios o renuncias que hice por estar en casa me han pesado”, aseguró Guetty.


¿Recibiste con la misma emoción la noticia de cada hijo?, se preguntó a Carlos.


Sí hay un factor importante, y es que ya sabes cómo es, ya sabes a lo que te atienes; pero siempre hay algo nuevo, siempre hay algo que te sorprende con la venida de un hijo. Hay hasta errores que uno comete que dices: ¿cómo cometo este error si ya tengo 10 hijos? ¡no me debería de pasar esto!… Cada hijo es diferente, es una alegría desde luego porque cada hijo te sonríe diferente, cada hijo llora diferente, y también en alguna medida los quieres igual pero a cada uno lo amas diferente porque es una persona distinta. Esa experiencia de asombro, de alegría, de gozo, no se quita, no se termina quitando por más hijos que vengan, cada hijo es algo bueno que te alegra el corazón como papá.


Guetty, por su parte, comentó que los cinco hijos que perdieron les ayuda a recordar que el don de la vida proviene de Dios y es Él el que tiene la última palabra; que sus hijos no están aquí porque ellos lo decidieron, sino que Dios se los concedió “para educarlos para el Cielo.”


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