La Oración Siempre es Eficaz

¿Dios escucha mis oraciones? ¿por qué mis oraciones están sin respuesta?¿Sabes qué debes pedir?

P. Jorge Hidalgo

Muchas veces pasa que, como dice la Sagrada Escritura, el hombre no sabe orar como le conviene, pero Dios siempre acepta las peticiones y las hace cumplir, aunque sea de otra manera. Un ejemplo muy claro es lo que hizo Dios con la petición de los hijos de Zebedeo, que le pidieron a Nuestro Señor Jesucristo sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda (cf. Mc 10, 37).

¿Por qué lo que pedían Santiago y Juan estaba mal? Los apóstoles, como todos los judíos (salvo la Santísima Virgen María y probablemente algunos otros) tenían una idea errada acerca del Mesías: pensaban que debería de ser una especie de rey político, de soberano temporal que conquistaría el mundo. Y, por supuesto, antes de que eso ocurriera, era oportuno pedir un puesto para alcanzar un lugar importante en el gobierno.

Esa también era la mentalidad que tenían los apóstoles antes de entender plenamente el Misterio Pascual de nuestro Señor: Santiago y Juan no sabían en ese momento que lo que pedían estaba mal, pero lo entendieron muy bien posteriormente, tal vez antes de la Pasión o durante la venida del Espíritu Santo.

Y tú, ¿cuál es el puesto que pides en tus oraciones?

Muchos de nosotros tampoco sabemos pedir, pedimos cosas materiales, cosas que no son las que Dios quiere para nuestra salvación, pedimos que un hijo pueda ir a estudiar a tal país o pedimos que se nos haga lo de un viaje, sacarnos la lotería, poder comprar un auto último modelo, o hacemos una cadena de oración para que el abuelito o el hijo se sanen, y si después la persona fallece, creemos que todo lo que hicimos no sirvió de nada. Pero en realidad no es así. No nos damos cuenta porque no se nos concedió materialmente lo que imploramos. ¿Y por qué? Porque nosotros muchas veces ignoramos cuál es la Voluntad de Dios y la oración siempre está subordinada y sometida a ella.

Y, ¿cuál es la Voluntad de Dios? Ante todo, la gloria de Él porque es el Bien absoluto; y después Él quiere la salvación de las almas. Entonces, si lo que nosotros pedimos en el mundo material no se ordena a nuestra salvación eterna, Dios seguramente no lo concederá.

En cada Santa Misa, Jesús quiere compartir con nosotros la misma suerte

Nuestro Señor Jesucristo escuchó el pedido de Santiago y Juan, y como Verdadero Dios, lo purificó, no sin antes advertir a los apóstoles que no saben lo que piden. Entonces les preguntó: ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?

- “Sí podemos”, contestaron.

Ellos seguramente no entendían nada de lo que estaban diciendo porque “cáliz” en la Sagrada Escritura es un símbolo de la suerte, pero no del azar, sino de la heredad. En este caso, si Jesús no vino al mundo a ser un rey político, sino a padecer y a morir, entonces compartir la suerte del Señor era morir como Él, compartir el mismo destino.

Pero con el corazón tan arrojado que los caracterizaba, los discípulos aseguraron poder beber del mismo cáliz de Cristo, pasar por lo mismo que Él; su respuesta rotunda les mereció el título de Boanerges, es decir hijos del Trueno; es por eso que en la Misa se ofrece el cáliz con la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, lo que quiere decirnos ese momento es que Jesús comparte con nosotros su misma suerte, es decir, que tendríamos que pasar por el mismo sufrimiento y muerte de Cristo.

Y eso después ocurrió. El único martirio de los apóstoles que está narrado en la Sagrada Escritura es el de Santiago Apóstol, llamado el Mayor. Con su martirio este apóstol probó el cáliz de Cristo, sufrió como Él, derramó su sangre por Él. Pero, según la tradición, antes de su martirio, fue a predicar el Evangelio hasta el extremo del mundo, a Finis terrae, lo que hoy conocemos como España. Allí fue a predicar el Evangelio y fue en ese país donde se le apareció la Santísima Virgen María. Una vez martirizado, el mismo Santiago se apareció varias veces en esas mismas tierras para dar fortaleza a los cristianos con el grito de “Santiago y cierra España”. Santiago también se apareció en América para animar a los españoles con la evangelización, como narra López de Gómara.

Por lo que corresponde a Juan, el Señor le concedió una gracia especial, ya que no temió a la muerte ni aun estando sumergido en aceite hirviendo durante 12 horas, según cuenta la Tradición; pero viendo el emperador que no lo podía matar (me imagino el miedo que habría tenido el pagano al sacar una persona del aceite hirviendo y no haberlo podido quemar), lo mandó a desterrar a la Isla de Patmos, en donde escribió el libro del Apocalipsis. Luego también escribió el Evangelio que lleva su nombre y sus tres cartas.

Finalmente se cumplió lo que Santiago y Juan pidieron. Les tocó estar a la derecha e izquierda, partiendo del centro, que es Pedro, el Papa, que hace las veces de Cristo en la tierra y que está ubicado en Roma. A la derecha (desde Pedro), a Santiago le tocó ir a evangelizar a España y toda América; mientras que a Juan le tocó la izquierda, primero Turquía, de donde son las Iglesias a las que escribe en el Apocalipsis y después sus discípulos fueron a evangelizar a Francia.

Es importante tener presente además que estos tres discípulos representan las tres virtudes teologales:

Pedro representa la fe, porque él hizo la profesión de Cristo, reconociéndolo como el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Santiago representa la esperanza, porque esta virtud nos ayuda a combatir a los enemigos de Dios, nos lleva a hacer grandes esfuerzos, como los hizo el discípulo, para llegar al lugar más recóndito de la tierra.

Juan representa la caridad porque fue el discípulo virgen, el que estuvo al pie de la Cruz y el que reclinó su cabeza sobre el pecho de Cristo, y en ese momento escuchó secretos celestiales, como lo dijo el mismo Juan a Santa Margarita María de Alacoque.

¿Qué fue lo que Dios les concedió?

Santiago y Juan pidieron estar a su derecha e izquierda, y se puede decir que Cristo les concedió lo que pedían, pero de una manera distinta a lo que ellos pensaban. No los hizo gobernadores o generales del mundo, sino que les dio una potestad espiritual subordinada a la de Cristo. De esta manera, la potestad de Cristo es universal. Por eso decimos que es nuestro Rey. Las partes del mundo evangelizadas por estos Apóstoles deben mostrar hacia ellos una devoción particular. Además de esto, para cooperar en el reinado de Cristo en el mundo, debemos llevar en nuestra vida lo que estos tres Apóstoles significan. Es decir, debemos dejarnos gobernar en nuestra vida, en todo momento, por estas tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, que como ya se dijo, están representadas en Pedro, Santiago y Juan.

Hay que pedir al Señor la gracia de darnos cuenta que la oración siempre es eficaz, que a veces Dios no nos concede materialmente lo que nosotros pedimos porque nuestra oración está mezclada con el orgullo, la soberbia y la ambición terrena, que no van de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero la voluntad de Dios es muy superior a nuestros pedidos, así que por eso la oración nunca cae en “saco roto”; por más que materialmente Dios no nos conceda lo que nosotros pedimos, siempre nos va a dar lo más importante que está en orden a la salvación eterna.

De hecho orar, dice San Juan Damaceno, es elevar la mente a Dios para alabarle y pedirle las cosas convenientes a la eterna salvación, así que debemos pedir la gracia de nunca faltar a la oración y de siempre pedir, sí lo que necesitamos en este mundo, pero siempre como lo hizo Nuestro Señor, en el Huerto de los Olivos, Padre si es posible aparta de mí este cáliz -haciendo referencia también al sufrimiento y a la muerte - pero que no se haga mi Voluntad sino la tuya. (cf Lc 22, 42)

No dejemos de pedir, pero sabiendo que todo está supeditado a la Divina Providencia, que quiere que todos los hombres lleguen a la vida eterna.

La Santísima Virgen María sin duda ayudó a los apóstoles para que abrieran su corazón y comprendieran la voluntad de Dios, así que también nosotros podemos recurrir a Ella para que nos ayude a ver con los ojos sobrenaturales, con los ojos del alma y que nuestros deseos se conformen a la Voluntad de Dios.