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La Fe Vencerá al Mundo

Actualizado: 1 nov 2024

El mundo quiere acallar las voces que nos llevan a Cristo, para difundir un cristianismo distorsionado. No tengas miedo, antes bien, a ejemplo de los mártires, da testimonio de tu fe.



P. Jorge Hidalgo

 

La fe es un don de Dios que el hombre recibe gratuitamente y que, aunque no tiene ninguna forma de conseguirlo por sí mismo, sí requiere de su cooperación para que Dios la conceda, porque si el hombre rechaza a Dios, no puede echarle la culpa de que Él no le haya querido dar la fe.


Para esta apertura a la fe, para que el hombre esté dispuesto a aceptarla, es necesario que la fe llegue a nosotros a través de alguien que nos la anuncie, que nos la enseñe, como dice San Pablo en la Carta a los Romanos, fides ex auditu, es decir, la fe viene por el oído. Esto le pasó por ejemplo, a Bartimeo, el ciego al que alguien le dijo que Jesús pasaría por el camino (cf. Mc 10, 47- 52).


Ese anuncio hizo que empezara a llamarlo a gritos, porque la fe no es solamente una cuestión interior, como sostener que tienes fe pero encerrada en tu corazón o en tu habitación o tu casa,  ¡no!, es necesario que la fe sea proclamada, que sea profesada, que sea manifestada públicamente.


El ciego proclamó su fe diciendo: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. Esta frase, “hijo de David”, era un término mesiánico que los judíos entendían muy bien, significaba para ellos “el heredero de las promesas, el trono perpetuo que Dios había prometido”; por eso algunos le dijeron ánimo, levántate, pero otros le dijeron, ¡Cállate! Y como a él, también a nosotros, cuando profesamos nuestra fe, nos puede ocurrir que nos acusen de locos, exagerados o que estamos mal de la cabeza.

 

¿Profesarás tu fe?  ¿O te adaptarás a los tiempos?


Eso sigue pasando en estos tiempos cuando se hace una profesión pública de fe. Algunos te van a decir “¡no seas exagerado, estamos en el siglo XXI! tienes que pensar de otra manera, ¡tienes que adaptarte a los tiempos modernos!” Eso es lo mismo que le dijeron al ciego cuando le dijeron “cállate”. Aunque también habrá quien nos dé ánimos como a él.


Lo que tenemos que preguntarnos es ¿cuál será el criterio que vamos a seguir?  ¿Los criterios del mundo? ¿Lo que hace la mayoría?, ¿quedar bien?; o serás capaz de seguir los criterios en donde dirás al otro, al que está caído, levántate, ánimo, aunque tengas muchos pecados, porque todos somos miserables, aunque seamos los peores pecadores del mundo, ánimo, levántate, Él te llama, es capaz de hacer una nueva criatura. Ésta última es la que debe ser la actitud, debemos querer llevar las almas a nuestro Señor.

 

Tira tu miseria y confía en el Señor


Bartimeo dio prueba de su conversión, de volverse a Dios, cuando tiró el manto. Describe el evangelio de San Marcos que cuando Jesús lo mandó llamar, “él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús”.


En la época de los judíos, el manto cubría a los ciegos de una forma característica, de modo que se podía saber que la persona estaba necesitada para que todos pudieran ir a ayudarlo con sus limosnas y pudiera subsistir.


Pero Bartimeo tiró el manto -aún cuando todavía no recibía ninguna ayuda de Jesús- porque tuvo una conversión sincera y no dejó ni un resquicio de su corazón para él. Hizo un acto de confianza como diciendo, me arrojo en las manos de Dios, tiro toda mi miseria, ya no confío en los medios humanos, sino que confío solamente en la voluntad de Dios, en el poder de la gracia.


Tirar el manto es como expresar ya no necesito más ni siquiera de la seguridad humana, la limosna del otro, sino que tenía la confianza de que Cristo lo iba a curar.


 ¿Quieres los consuelos de Dios?


Como a Bartimeo, el Señor le puso una prueba y le preguntó ¿Qué quieres que haga por ti?, igual a nosotros Dios también nos pone a prueba para que, como diría Santa Teresa, nuestro corazón se adhiera al Dios de los consuelos y no a los consuelos de Dios. Para que si pasamos por la noche oscura de los sentidos y del espíritu, como diría San Juan de la Cruz, se fortalezca nuestra fe, se vuelva más pura y que no lo busquemos por seguridades humanas, sino que lo sigamos porque es Dios. Como, de hecho, lo hizo el ciego, que pidió a Jesús la vista y cuando la recuperó, lo siguió, porque es necesario profesar la fe con la vida.

Como dice Santiago en su carta, “muéstrame si puedes tu fe sin las obras, que yo por mis obras te demostraré mi fe”; es decir que la fe se muestra en lo concreto y es vivificada cuando tiene como alma la caridad, esto es lo importante de la fe.


Por falsas concepciones, promovidas por ejemplo por el luteranismo, se cree que el cuerpo es una cosa, la inteligencia otra y el alma, la fe y la caridad también son cosas independientes y además teóricas, pero esto no es correcto. Nuestro Señor Jesucristo dijo “El que crea y se bautice se salvará” y es a la fe, a la que se refiere.

 

Una fe profesada hasta el martirio


Ahora que ha pasado la fiesta de Cristo Rey (según el rito tradicional de la Iglesia) conviene recordar a todos aquellos que han muerto por su fe en Cristo Jesús. Aquí en Argentina, por ejemplo fue asesinado hace 50 años Jordán Bruno Genta, porque a los comunistas les molestaba su enseñanza que hablaba de la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo y promovía el servicio a Cristo como nuestro Rey en todo momento, con nuestros pensamientos, palabras, acciones y omisiones. Enseñaba que todo debía ser para la gloria de Dios, en la vida pública y en la vida privada.


Recibió muchas amenazas de muerte y finalmente lo mataron de 11 balazos y al momento de recibir los disparos, él hizo la señal de la Cruz.


Otro gran hombre argentino que en diciembre va a cumplir 50 años de su fallecimiento, es Carlos Alberto Sacheri, asesinado al salir de la Santa Misa, delante de sus hijos y otros niños. 


Así como ellos, tantos hombres y mujeres que han sido silenciados porque quieren difundir la verdad y los enemigos de la fe no quieren que más personas se contagien de ese espíritu; sino que promueven un cristianismo adulterado, un cristianismo light.


Genta decía, “un valiente es capaz de mover a una multitud de cobardes”. Por eso, frente a la cobardía imperante de la mayoría de los cristianos actuales que temen perder su puesto de comodidad, nada mejor que los testimonios de Genta y de Sacheri, que vieron venir la muerte, de parte de los enemigos de Dios y de la patria (tales como son los comunistas), pero que no pensaron jamás en dejar de dar testimonio por la verdad católica.

 

Encender el espíritu con el testimonio de fe


Acabaron con la vida de Jordán y de Carlos, y de tantos otros, pero no pueden acallar su testimonio, porque el mártir vence la violencia con el testimonio de su fe; y su sangre, la sangre de todos estos mártires, es semilla de nuevos cristianos.


Que estos testimonios entonces, con la ayuda de la Santísima Virgen, enciendan nuestro espíritu, para que no tengamos miedo de profesar nuestra fe, que cuando alguien nos quiera hacer callar o nos quiera hacer cambiar nuestro discurso apegado a la verdad o que caigamos en respetos humanos para “ser más cordiales con el mundo”; seamos valientes para mantenernos y dar testimonio de Cristo, porque lo único que vence al mundo es nuestra fe y cuando luchamos por Cristo, nadie queda como héroe anónimo, sino todo lo contrario, ése testimonio enciende en otros la lucha por la verdad.


Que la sangre de los mártires nos encienda. Que junto con ellos gritemos: ¡Viva Cristo Rey!


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