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El Papa que Necesitamos

Actualizado: 5 may

Con la muerte del Papa Francisco, la Iglesia entra en una etapa decisiva: entre el riesgo del cisma, la confusión doctrinal y la esperanza de un nuevo comienzo, ¿quién será el Papa capaz de enfrentar estos tiempos difíciles?



Por P. Jorge Hidalgo


Tras la muerte del Papa Francisco, el pasado lunes 21 de Abril, la Iglesia está en un periodo que se llama de sede vacante. La noticia nos tomó por sorpresa, pero todos ya sabíamos que había algo mal con su salud por el tiempo que previamente estuvo internado; tal vez el impacto de la noticia fue porque justo un día antes el Papa Francisco apareció públicamente para dar una bendición a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro.  


Pero le llegó el fin como a cualquier ser humano en este mundo. La muerte no debe ser vista como algo trágico porque como buenos cristianos debemos saber que si en nuestra vida hemos amado a Dios, al morir nos encontraremos con Él. Evidentemente nos cuesta morir, nos cuesta pensar en eso, pero el cristiano tiene que ver la muerte con una mirada sobrenatural. Dice San Pablo en la carta a los Filipenses, para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia, así que todo cristiano debería tener esta mirada esperanzadora ante la muerte.


Desconocemos el destino final de los difuntos. Por eso debemos pedir por ellos


Suele ocurrir, sin embargo, que ante la muerte, la gente no mira los hechos conforme el criterio de Dios, sino anteponiendo sus sentimientos afirman que sus seres queridos ya están en el Cielo. En un ambiente eclesial progresista se suele decir “es la Pascua”; pero esto, aplicado al caso del Papa Francisco o de cualquier otro difunto, es un error.


Es comprensible que ante la muerte de un ser querido uno intente consolarse pensando que su difunto ya no sufre más y que está incluso mejor que nosotros, pero esto puede no ser verdad. El destino del alma es inmortal y el alma va a estar con Dios o contra Dios, según lo que haya decidido en su vida: si el alma ha muerto en gracia de Dios, entonces sí estará en el Cielo; pero si el alma murió en pecado mortal y sin arrepentirse antes de morir, lamentablemente esa persona eligió la condenación eterna. 


Además, si una persona murió en gracia de Dios pero imperfectamente purificada, esa persona va a ir al Purgatorio. En este último caso la persona se salvó, pero tiene que purgar sus penas. En este supuesto caso, su alma no está mejor que nosotros, porque el alma tiene que purgarse y eso cuesta, es difícil; esas almas, como dice santo Tomás, están necesitando que nosotros recemos por ellas, más que ellas pedir por nosotros.


Es así que nosotros no le podemos pedir a ningún difunto que ruegue por nosotros, porque no conocemos el destino de su alma, eso solo se lo podemos decir a los santos que la Iglesia ha elevado a los altares. No podemos pedirle eso al abuelito, tampoco al Papa Francisco ni a ninguno de nuestros otros difuntos. Lo que tenemos que hacer es pedir a Dios para que esas almas descansen en paz. Haríamos mal si pensamos que no es necesario mandar decir Misas por nuestro difunto, no rezar más por él ni ofrecer un Rosario por el descanso eterno de su alma. Pues si esa alma que nosotros afirmamos ya está en el Cielo, en realidad está en el Purgatorio, lo que más necesita es que recemos para que pueda descansar en paz y llegue a ver un día a Dios en el Cielo. 


Que por la Consagración de Rusia Dios conceda una vuelta a la historia


Para mí, el mejor acto de gobierno del Papa Francisco en los doce años de su pontificado, fue la consagración de Rusia (y Ucrania, que él agregó) al Inmaculado Corazón de María. Recordemos que la Santísima Virgen se apareció en el año 1917, en Fátima, y dio un secreto en tres partes. 


Las dos primeras partes del secreto se hicieron públicas; mientras que la tercera parte del secreto se dividió en dos y la primera parte se reveló en el año 2000. Nuestra Señora pidió, de parte de Dios, que el Sumo Pontífice, en unión con todos los Obispos del mundo, consagrara solemnemente a Rusia al Inmaculado Corazón de María para que esa nación no esparciera sus errores por el mundo.


Ningún Papa anterior cumplió con el pedido del Cielo tal como fue solicitado. 


El Papa Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María y entonces le preguntaron a la Hermana Lucía, la única pastorcita sobreviviente, si la consagración había atendido lo que la Virgen había pedido. La Hermana Lucía contestó: el Cielo lo ha aceptado, pero no es lo que la Virgen ha solicitado. El Cielo lo aceptó y esto se confirma al mirar la historia porque eso evitó la Tercera Guerra Mundial.


Por su parte, el Papa Juan Pablo II se decidió a hacer una especie de consagración después que el 13 de mayo del año 1981 fue baleado en la Plaza de San Pedro. Al año siguiente hizo una oración de entrega, pero no fue propiamente una consagración, por lo que tampoco cumplió con lo que el Cielo pedía.


Si desde 1917 se hubiese atendido la petición de la Santísima Virgen, otra hubiera sido la historia; sin embargo, los errores de Rusia sí se difundieron: el comunismo, el aborto y un largo etcétera. 

 

Ahora se espera que por la consagración que hizo el Papa Francisco, haya una vuelta de timón en la historia de este siglo XXI hacia el querer de Dios y hacia el reinado del Inmaculado Corazón de María; eso es lo que yo pido cada día.


Cardenales contra cardenales


La segunda parte de la tercera parte del secreto de Fátima no se dio a conocer conforme a las palabras de la Virgen, pero sí una versión basada en un comentario del Papa Benedicto XVI y según los estudiosos de estas apariciones, se refiere a una gran crisis de fe en el mundo, que es, de hecho, lo que estamos viviendo. 


El Cardenal Joseph Ratzinger, cuando aún era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobó el mensaje de la Virgen de Akita. Dijo que su contenido era igual que la parte oculta del secreto de Fátima. 


Dijo, literalmente: «La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros... iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor.»


Esto confirma que parte de este secreto es esa crisis de fe.


Esto ya lo estamos viviendo y lo podemos comprobar en las noticias. Un cardenal dice una cosa y el otro dice otra; un Obispo dice blanco, el otro dice negro. Todo ello representa un problema grave para la Iglesia. Por eso tenemos que rezar de manera muy especial por el Conclave, que dará inicio el 7 de Mayo, para que los Cardenales reunidos en Roma elijan como sucesor de Pedro, un Papa Santo según el Corazón de Jesucristo.


Que nos libre del cisma y del conciliarismo


El Cardenal Gerhard Müller, quien fungió como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el gobierno del Papa Benedicto XVI, ha advertido que puede llegar a haber un cisma en la Iglesia. Un cisma, dice santo Tomás, es un pecado contra la caridad, en el cual uno o gran parte de miembros de la Iglesia desconoce la cabeza visible de la Iglesia.


Eso sería algo terrible. Por eso en nuestra oración debemos pedir a Dios que nos preserve de esto, que de hecho ya ha pasado en la historia de la Iglesia. Por ejemplo, en el año 1054, el patriarca Miguel Cerulario desconoció la autoridad del Papa y él se constituyó como cabeza de la Iglesia. Éste fue el origen de la Iglesia ortodoxa que todavía hoy sigue existiendo.


En el siglo XIV ocurrió un conflicto entre los Cardenales y terminaron elegidos dos papas. Esta situación los dividió. Más aún: incluso se dividieron las órdenes religiosas, los reinos e incluso los santos, porque unos estaban con un Papa y otros reinos con el otro Papa. 


Por ejemplo, Santa Catalina de Siena apoyaba al Papa de Roma, que después terminó siendo el verdadero; y San Vicente Ferrer apoyaba al que después terminó siendo un antipapa, que estaba en Aviñón, protegido por la corte de Francia, donde habían estado viviendo los anteriores pontífices.


Detrás de todo esto había una herejía que se llamaba conciliarismo, que decía que los Obispos tienen en conjunto, en el Concilio, más autoridad que un Papa. Todo esto fue algo realmente muy grave y muy doloroso para la historia de la Iglesia. Algunos intérpretes dicen que la gran peste negra que mató la tercera parte de la población de Europa, fue un castigo por todos estos pecados de la jerarquía de la Iglesia. 


Pidamos insistentemente a Dios que no ocurra un cisma dentro de la Iglesia y que este Conclave se realice bajo su luz para que dé paz a las almas.


¿Qué Papa necesitamos? Uno que corrija las desviaciones de la Iglesia


En este momento hay problemas muy serios en la Iglesia. Por ejemplo, no puede ser que en un lugar se diga que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, cuando la Iglesia siempre enseñó que eso está mal; que en otros lugares se diga que se pueden bendecir parejas homosexuales, cuando la Iglesia siempre ha enseñado que es un pecado nefando. Y como estos ejemplos podemos colocar muchos más.


Parece increíble que ahora, aprovechando que Francisco murió y que todavía no se eligió un nuevo Papa, la Conferencia Episcopal de Alemania emita un documento diciendo cómo bendecir las parejas de nueva unión. Esto es como decir “acá mandamos nosotros“.


Pero, ¿y la Iglesia católica? La Iglesia tiene que hacer lo mismo en todas partes. Como decía San Ireneo de León, no importa dónde vayas, a las Galias o a Tierra Santa, en todos los lugares se predica lo mismo, en todos los lugares se hace lo mismo.


 Sin embargo lo que la Iglesia progresista quiere hacer es darle la vuelta al timón, dar un golpe de estado e ignorar las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Santa Madre Iglesia. 


Por todas estas razones y muchas más que serían interminables de enlistar, los miembros de la Iglesia debemos intensificar la oración y pedirle a Dios que nos conceda un Papa que nos confirme en la Fe, la recta doctrina y la recta moral, un Papa que no quiera quedar bien con el mundo, sino ante todo con Dios. Que sea firme, que sea capaz de corregir las desviaciones morales o de fe en el clero o en los seminarios y en todo aquello que esté bajo su gobierno.


Que nos conceda un Papa según su querer; que pueda, con sabiduría, con prudencia, gobernar la Iglesia y que pueda reconducir a la unidad católica y a la praxis católica todas y cada una de estas cosas. Que Dios nos conceda un Papa que si debe tener mano dura, la tenga, si esto resulta mejor para la Iglesia; porque si una persona tiene gangrena, si no acepta que le corten el dedo del pie, la infección se extiende y después le tienen que cortar el pie; y si no se corta el pie, la enfermedad se sigue expandiendo y después tienen que cortar la pierna; y si no se corta la pierna, entonces el sujeto se muere. Esto mismo pasa con el Cuerpo de la Iglesia: es mejor y de hecho necesario extirpar a los herejes y a los que propagan los errores para que no contagien a los demás y salvar el resto del organismo vivo. Esto, sin duda, es difícil y se necesita una prudencia sobrenatural.


Oremos también a Nuestra Señora, la Virgen Santísima, para que interceda por la Iglesia. Si llegasen a ocurrir las terribles cosas que hemos descrito, esperemos que no, como buenos hijos de la Iglesia nosotros tenemos que estar siempre en ella. 


Si alguno de nosotros, por ejemplo, tuviera un padre alcohólico, no podría renegar de su padre, más bien cubriría su desnudez, al modo que los hijos de Noé lo hicieron con su padre. Nosotros también tenemos que actuar así porque la Iglesia, a pesar de que veamos estas deficiencias, siempre va a ser más santa que pecadora; porque Cristo, que es la cabeza de la Iglesia, es santo; porque el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, porque los miembros más eminentes de la Iglesia son los santos y los mártires que están contemplando a Dios en la gloria.


Así que, por más que ocurran las peores cosas, nosotros nunca debemos de apartar la mirada de nuestro Señor Jesucristo. Recemos por el eterno descanso del Papa Francisco, recemos mucho por la Iglesia, por nuestros pastores, porque de la santidad de nuestros pastores redunden gracias increíbles e inefables a todo el cuerpo de la Iglesia. Mientras más santo sea el pastor, más gracias da Dios a todas sus ovejas encomendadas. Recemos mucho por el próximo sucesor de Pedro, para que sea un Papa según el Corazón de Dios y así todos nosotros, pastores y ovejas, lleguemos juntos a las praderas de la vida eterna.


2 Comments


Adan Burnik
May 03

Recemos por un buen Papa. Gracias Padre

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Guest
May 03

Recemos por un Papa estilo Juan Pablo II

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