El Corazón de Jesús Traerá la Paz
- Adveniat
- 26 jun
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Actualizado: 2 jul
Que hoy se logre una verdadera reparación y desagravio para arrancar de ese Corazón infinitamente misericordioso, la gracia del perdón para este mundo y la paz verdadera

Por Juana Pinto
En esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, con el corazón inflamado de amor y agradecimiento por su ternura y misericordia infinita, pidamos al Señor el don de la paz para el mundo entero, porque la verdadera paz no se puede obtener por intervención humana ni por ninguna persona, por más poderosa e influyente que sea.
No dejemos que, tras esta nueva fiesta al Sagrado Corazón de Jesús, decaiga nuevamente nuestra devoción por Él, sino que penetremos en ella. La devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús es la veneración a la Persona de Jesucristo en lo que tiene de más noble y bello, que es Su Amor. Es la devoción a Jesucristo, todo amor, a Jesucristo amante y no amado, al mismo Jesucristo del Evangelio, al que vive ahora con nosotros en el Sagrario y que muerto en una Cruz, permitió a un soldado que atravesara su costado con una lanza para abrirnos para siempre su Corazón.
Su Santidad Pío IX decía sobre esta devoción: “La Iglesia y la Sociedad no descubren otra esperanza que la que se funda en el Divino Corazón y en la protección de María Inmaculada. El Corazón de Jesús es el que ha de curar todos nuestros males. Por esto nada deseamos tanto como ver a los fieles honrar, bajo el símbolo de Su Santísimo Corazón, la caridad de Jesucristo en Su Pasión y en Su Eucaristía.”
El Papa León XIII exhortaba con más fuerza esta dulce devoción, pidiendo con : “el ardor de su alma porque se propague; por ser de gran provecho para las almas y eficaz remedio para los males que afligen al mundo.”
Las palabras del pontífice nos llegan en estos aciagos momentos como eco dulcísimo, despertando en nuestros corazones la santa esperanza de que en la pavorosa conflagración actual, cuando el desquiciamiento mundial parece irremediable, encontremos en el insondable piélago de las misericordias del Divino Corazón, la tan anhelada paz.
Pero para esto es preciso que entremos muy de lleno en los fines, intenciones y prácticas de esta devoción, tal como la manifestó el mismo Jesús a su apóstol escogido, Santa Margarita María de Alacoque, y que nos sostengamos fieles en adelante.
Dos son los fines de la devoción:
1º Corresponder de algún modo al amor inmenso que nuestro Redentor nos tuvo, especialmente al instituir el Santísimo Sacramento, dándonos juntamente con Su Cuerpo, Su Sacratísimo Corazón.
2º Reparar en lo posible los ultrajes que Él recibe.
Los actos principales han de ser de adoración por ser el Corazón de Nuestro Dios y Señor la única víctima capaz de satisfacer a la Justicia Divina; la alabanza por ser el objeto en que más se complace la Santísima Trinidad; y de amor para corresponder al infinito que Él nos tiene, cuyo corazón es dignísimo de toda ternura y al cual podemos recurrir confiadamente como a fuente inagotable de los más ricos tesoros.
En Él se encuentra la paz del corazón, la paz de las familias prometida por Él mismo, la paz social, la paz de las naciones.
Con amor, abnegación, entusiasmo e ilimitada confianza dediquémonos a pregonar por doquier las maravillas que encierra esta devoción, acerquémonos a todas las personas pidiendo que el Rey de Paz, Cristo Jesús, siente sus reales en todos los hogares cristianos; de esta manera la sociedad la disfrutará también y ésta, al formar las naciones, hará ondear en ellas la bandera que tiene por lema: “La paz de Cristo en el Reino de Cristo.”
Llevemos almas, muchas almas a comulgar los primeros viernes, práctica pedida por el Corazón de Jesús a su apóstol Santa Margarita María de Alacoque, a la cual está vinculada la gran promesa: “En el exceso de Mi Misericordia, os prometo a todos los que comulguéis nueve primeros viernes de mes consecutivos, la gracia de la penitencia final. Si esto hacéis, no moriréis en mi desgracia, ni sin recibir los Sacramentos y en vuestra última hora encontréis asilo seguro en mi Divino Corazón.”
Motivemos también una fervorosa respuesta a este llamado del Corazón de Jesús: “En el Huerto de los Olivos es donde yo he sufrido más que en resto de mi Pasión, viéndome en un abandono total, cargando con todos los pecados del mundo. Es por eso que te pido que hagas una Hora Santa de 11 a 12 de la noche del jueves anterior al primer viernes.”
Atribuyámonos el imperioso, el dulce deber de hacer una vigorosa y eficaz campaña de 365 días para que cada primer viernes de mes y la próxima fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, reúna a un mayor número de almas al pie de todas las imágenes del Sacratísimo Corazón que se exponen en las iglesias. Que se logre una verdadera reparación y desagravio para arrancar de ese Corazón infinitamente misericordioso, la gracia del perdón para este mundo, que, alejado de Él, se encuentra sumido en la desolación y la desgracia, y para que la paz verdadera, la paz estable, vuelva a reinar en él.
Jesús nos pide amor. Esforcémonos en corresponder al deseo de Su Corazón Divino y probémosle nuestro amor con obras: ayunos, penitencias, mortificaciones, abstención de gustos, distracciones, placeres, etc.
Confiemos plenamente en Su Misericordia e incluyamos en nuestras oraciones esta consoladora jaculatoria: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”, que como saeta amorosa penetre en Su Divino Corazón para arrancarle el don precioso de la paz. Por último, unidos al Divino Reparador, trabajemos por Él, con Él, en Él, sufriendo por amor y no negándole nada, pues el “amor es reparación y la reparación es amor.”
Hoy, al acercarnos a recibir a Jesús Eucaristía, en el gran día del Amor, pidamos al Padre Eterno que, por la Sangre, los méritos y el Corazón de Su Único Hijo, Jesús, que se ofrece como Víctima, interponiéndose entre Su Justicia Divina y los pecados del mundo, aleje el terrible castigo que sobre el mundo pesa y nos conceda misericordia, perdón y paz.
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