top of page

¿Cuánto vale un alma?

Actualizado: 6 ago 2024

Es tan alto el precio que pagó Nuestro Señor Jesucristo por cada una de las almas, que ninguna debe perderse, por eso todo cristiano debe tener un gran celo por la salvación de las almas.



Por Claudia Ortiz


La voluntad de Dios es que todos seamos salvos (1Tim, 2, 4), es decir, que ninguno de sus hijos arda en las llamas del infierno. Es tan grande su amor por nosotros, que envió a Su Hijo, quien dio su vida para obtenernos la salvación. Sin embargo el enemigo ha seducido al hombre con “sus encantos”, ya sea por la ambición de dinero y poder, por el placer, el egoísmo, la soberbia, la pereza, o por un sin fin de razones más, el hombre ha perdido de vista su destino final.


Todo tipo de cosas y placeres se colocan en primer lugar, la salvación se pospone, las cosas de Dios no son prioritarias, parece que el hombre vive para el mundo y se olvida que el momento de su juicio personal llegará. El orden está desordenado, primero los hijos, sin importar lo que éstos quieran o que lo que quieran esté en contra de su salvación. Primero el trabajo, primero el placer, primero el descanso. ¿Y Dios?, ¿y el pecado?, ¿y la salvación? ¿Quién se acuerda de ello?


Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección… Jesús habla con frecuencia de la ´gehenna´y del ´fuego que nunca se apaga’ reservado a los que, hasta el fin de su vida rehusan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo.” (CIC 1033-1034)



¿Solo debe preocuparme mi salvación?


“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”, (1Tim, 2, 4); si ésta es la voluntad de Dios entonces está clara la misión que debe tener en el corazón todo cristiano: hacer lo posible para que los más posibles se salven.


¿O es que un cristiano se debe preocupar por su propia salvación y despreocuparse por los demás? ¡no! a imitación de Cristo, un verdadero cristiano sabe que no puede ir al Cielo sólo,  y tiene puesta su preocupación en la salvación de las almas porque sabe cuánto vale una sola de todas las almas que deambulan por el mundo: hasta la última gota de sangre de Nuestro Señor Jesucristo.


Y si Dios ya ha pagado este precio, ¿hay razón alguna para que una sola alma -así fuera solo una- terminara en el averno? ¡No! El precio ha sido pagado ¡¡¡¡POR TODOS!!!!



¿Cuál es el precio?


Dijo el propio Jesús a la Beata Conchita Cabrera de Armida: “En el cielo no podía sufrir como Dios, y para buscar esta cruz, que allá no existía, bajé al mundo y me hice hombre, y como Dios-Hombre podía en grado infinito padecer para comprar la salvación a tantas almas.”


Así que Nuestro Señor Jesucristo nos obtuvo la salvación en la Cruz, previo a la cual, sudó sangre y además fue torturado, según revelaciones que dió Él mismo a Santa Brígida, tenía 5,480 heridas por los latigazos, sufrió por la corona de espinas, por los clavos, por el desprecio de la muchedumbre que antes lo había recibido con palmas, por el abandono de sus discípulos, por la traición de Judas, por la negación de Pedro. ¿Parece poco? En realidad éstos no fueron sus únicos ni sus más dolorosos sufrimientos, sino que Jesús sufrió su Pasión toda su vida.


También lo confió a Conchita: “En la cruz del Calvario sólo estuve tres horas clavado; pero en la de mi corazón lo estuve toda la vida; ambas serán honradas en el Oasis, pero particularmente será la interna que representa las penas y sufrimientos internos, incomprensibles, que constantemente tenían como prensada mi alma, y eran ocultos estos dolores aún en mi vida oculta, y Yo sonreía y trabajaba, y sólo mi Madre vislumbraba aquel martirio que trituraba a mi corazón amante. ¡Mi pasión externa duró unas horas, y fue como el rocío, el alivio de la otra pasión que crudelísimamente llevaba siempre mi alma!”. 


Santo Tomás enseñaba la misma doctrina: los sufrimientos internos y redentores del alma de Cristo fueron incomparablemente más dolorosos que el dolor físico del Crucificado del Gólgota, ¿y todo por qué? ¡por las almas!


El celo por la salvación de las almas


La misión por la salvación de las almas es tan importante, o lo único importante, que Dios ha otorgado a muchos santos un celo especial por la salvación de las almas. No sería posible mencionarlos a todos, ni todas sus obras, bastan unos pocos ejemplos:


San Pablo, quien fue originalmente un perseguidor de Cristo, se convirtió más bien en un evangelizador a su servicio. Quería ganar almas para Cristo al precio que fuera.


En su carta a los Filipenses, escrita en Roma hacia el año 63, Pablo deja saber su deseo de morir, porque esto lo uniría a Cristo; pero sabía que era mucho más provechoso que continuara con su obra de evangelización porque así muchos se convertirían a Jesucristo. (Fil 1, 23)


Un amor similar fue manifestado por San Pío de Pietrelcina

“No me dejes ir al paraíso mientras el último de mis hijos, la última persona encomendada a mis cuidados sacerdotales, no haya ido delante de mí…” pedía el Santo.


Según algunas revelaciones privadas, un alma en el purgatorio sufre, principalmente, porque no puede ver a Dios todavía. Sor Faustina Kowalska, en una experiencia mística sobre el purgatorio, preguntó a las almas qué era lo que más las hacía sufrir, y ellas le dijeron que sentirse abandonadas por Dios.


¿Y San Pío de Pietrelcina, habiendo sido purificado, quería seguirse viendo privado de la visión beatifica de Dios? ¡Sí!, él dijo haber hecho un pacto con el Señor para que “cuando mi alma se haya purificado en las llamas del purgatorio y se haya hecho digna de entrar en el Cielo, yo me coloque a la puerta y no pase dentro hasta que no haya visto entrar al último de mis hijos.”


La Santísima Virgen mostró a tres pastorcitos el Infierno. Ellos eran Jacinta, de 7 años;  Francisco, de 9 años y Lucía, de 11 años de edad; y les dijo: Muchas Almas van al Infierno Porque no hay Quien Rece por Ellas.


Se cuenta en las memorias de Sor Lucía que después de las apariciones, Francisco pasaba seis horas frente al Sagrario en la Parroquia de Fátima, con Jesús escondido (como ellos le decían a la Eucaristía), él lo ofrecía como sacrificio por las almas, pero también para reparar el Corazón de Jesús que estaba muy ofendido.


Jacinta, la más pequeña, ofreció muchos sacrificios, privándose de algún alimento o comiendo algo que no le gustaba, pero también ofreció su enfermedad, sus dolores, todo por la conversión de los pecadores. “¡Pobrecitos! Tenemos que rezar y hacer muchos sacrificios por ellos -confiaba a Lucía- ¡Ah, si pudiésemos con nuestros sacrificios cerrar para siempre las puertas de aquel terrible horno; si pudiésemos hacer que todos los pecadores fuesen al Cielo!” 


Lucía, como sus primos, también hizo muchos sacrificios durante su infancia por la conversión de las almas, los tres se privaban de tomar agua y utilizaban un silicio para sufrir por las almas; pero ella no murió de niña, sino que consagró su vida a Dios como religiosa, intensificando su vida de oración y penitencia hasta los 98 años de edad.


El celo por las almas debe encenderse en cada cristiano porque las palabras que dirigió Jesús a Conchita son para todos:

“¡Sálvalas!, muéstrales la cruz…, sacrifícate por ellas en el silencio y la oscuridad…”


Ante tales palabras de su amado, Conchita pensaba:


“¡Quisiera correr y gritar y mostrarles el Amor...!”



Comentarios


Las fotos e imágenes contenidas en este medio digital son tomadas de internet, consideradas de dominio público.

Si es el deseo de los propietarios retirarlas de éste sitio web, favor de ponerse en contacto con nosotros para que las imágenes sean retiradas.

  • Instagram
  • Facebook
  • X
  • Youtube
  • TikTok
Adveniat-blanco_edited.png
bottom of page